Carta del P. Laurence
Queridos amigos,
Tal vez como muchos otros en tiempos recientes, me he sentido tentado de desconectarme de las noticias diarias. Puedo entender al amigo que me dijo que ya no sigue las noticias, dedicando todo su tiempo a su familia, su trabajo y su vida interior. Le pregunté si no le gustaría saber si hubo un nuevo gobierno o si la paz mundial se hubiera quebrantado. Él dijo que lo oiría de personas en el trabajo. Puedo simpatizar, pero yo no estaba ni estoy convencido de esto. Entiendo el efecto de la continua tristeza, el enojo y la frustración resultantes del gobierno global o nacional imprudente o incluso malevolente.
Hay un vacío deprimente en el nuevo tipo de liderazgo, ya que necesitamos navegar las fuerzas del cambio que está perturbando nuestro mundo. Como un padre del desierto dijo una vez: «llegará el tiempo cuando el mundo se vuelva loco y los locos mirarán a una persona cuerda y dirán ‘está loco porque no es como nosotros'». En un momento en que la verdad es derrotada y a las noticias reales se las llama noticias falsas y por lo tanto todas las noticias despiertan sospechas, es fácil sentirse impotente y sin esperanza. Pero sin restricciones, este estado de ánimo conduce directamente a lo que los padres del desierto llamaban acedia, un estado carente de energía, una noche oscura cuando parece que el amanecer nunca vendrá y la renuncia reemplaza al dejar ir.
En realidad, cuanto más profunda es nuestra soledad, es más fuerte nuestro sentido de conexión, de interdependencia.
En el universo de Harry Potter, los «dementores», horribles criaturas parecidas a espectros que se alimentan de la felicidad humana, llevan a sus víctimas a ese estado. Llegar demasiado cerca de ellos es exponerse a ser drenado de vida y esperanza y quedarse sin nada excepto con tus peores recuerdos. Entonces, ¿para qué mantenerse al día con las malas noticias? ¿Por qué no comer, beber, ser feliz, jugar al sol y cumplir solo con nuestras responsabilidades inmediatas?
La razón por la que no he sucumbido a la tentación (aunque ahora recibo mis noticias de mejores fuentes) es doble. En primer lugar, incluso si la realidad es que los poderes de la irrealidad están dominando el mundo, tenemos el deber de enfrentar esa realidad y seguir prestando atención al bien que todavía existe en el mundo y de hecho en todos, incluso en los peores líderes. En segundo lugar, tenemos que enfrentar toda la verdad y cumplir todas nuestras responsabilidades si vamos a contribuir a aquello de lo que cada cual es una parte indisoluble. Nosotros pertenecemos al mundo, así como pertenecemos a una familia, nos guste o no. Estar completamente es estar con. El Ser es distinto del Ego porque en la conciencia del Ser, vemos cómo estamos conectados a todo dentro de una gran unidad de la red del ser. El Ego afirma falsamente que afuera existe todo, excepto sus propios admiradores o dependientes; siempre es un observador ‘objetivo’, siempre persiguiendo sus objetivos particulares e intereses propios. Esta desastrosa ilusión de auto engaño conduce finalmente a un grado mayor desesperante de aislamiento.
En realidad, cuanto más profunda es nuestra soledad es más fuerte nuestro sentido de conexión, de interdependencia – y en consecuencia de la responsabilidad personal y social. Este fue el punto que yo estaba resaltando en las conversaciones del retiro de Monte Oliveto el mes pasado: el aislamiento del Ego es una soledad fallida, ya que la verdadera soledad es la aceptación de nuestra singularidad. Solo en la soledad podemos amar y saber cómo darnos a nosotros mismos. El camino espiritual no es simplemente una parte de la vida para la cual tenemos que encontrar un momento. La vida es el camino espiritual.
A veces, aunque con poca frecuencia, una práctica espiritual seria como la meditación conduce a un tipo especial y atemorizante de crisis interior. En ella nos enfrentamos con una percepción del universo como siendo nada más de lo que es, lo que vemos, cómo funciona. Expresado así, parece tener un inofensivo, incluso pacífico ser. Podemos ver el mundo como está, sin los filtros habituales. Pero a veces el ángulo de esta percepción nos muestra un universo sin otro significado que su propia existencia eterna y cíclica. Puede ser vasto y maravilloso, pero su falta de profundidad y significado o de cualquier conexión personal es terrible. Cualquier crisis en la vida – de pérdida, transición o miedo a la muerte – podría desencadenar esto. También puede aparecer de repente, sin anunciarse. Entonces ocurre la crisis. Al principio, puede exponer una sensación insondable de aislamiento. Parece que sólo nuestra propia racionalidad puede ayudarnos. Pero la racionalidad – nuestra capacidad de analizar y explicar las cosas – es fácilmente dominada por la fuerza bruta de esta revelación. El mejor consejo de las fuentes más sabias es ‘no luchar contra ello’. De hecho, necesitamos permitir el fracaso, permitir que todas nuestras defensas, todos nuestros agujeros, todos nuestros falsos consuelos sean abrumados por esta ola de realidad que surge hacia nosotros. ‘Es algo terrible caer en las manos del Dios viviente’. Parecerá como si – si Dios realmente existe – que Dios no es más que el infinito «Yo soy», un Ego de inimaginable magnitud e indiferencia hacia otros, incluyendo a su propia creación.
Muchos místicos han reportado sobre esta experiencia. Su valor para nosotros hoy es inapreciable, para desarrollar una respuesta contemplativa a la crisis del cambio (tema de nuestro Seminario en Setiembre). La describen con honestidad porque han descubierto la verdad de la auto-transformación que resplandece en lo profundo del corazón de la misma. Tal vez todos pasemos por esa experiencia (esperemos que sea breve) en el momento de la muerte o durante nuestra preparación para la misma. La esperanza segura al encarar esta inevitable oscuridad es que siempre hay algo más allá. Abrazando lo inevitable crea la esperanza de la cual dependen todos los esfuerzos humanos y la sociedad misma. La esperanza nos da fuerzas para dejar ir. Una vez que estemos en el modo de dejar ir de la consciencia, antes que atrapados en el modo aferrado, la ilimitada soledad cósmica en la cual se disuelven todos los apegos se puede desplegar completamente. Algo más. Algo más viene después de la percepción de la pura mecánica del universo. Nos encontramos a nosotros mismos dentro del gran Yo Soy, no afuera del mismo. Nos encontraremos allí, confiados por fin, de que la ilusión existe solo fuera del mismo. Esta al menos no es una falsa noticia. Para cada uno de nosotros, la responsabilidad urgente sería, encontrar la manera particular en la cual podemos experimentar esta verdad, y ser portadores de la buena nueva que la consagra. No lo hacemos como mesías individuales, sino como discípulos en una comunidad. Hasta Jesús expresaba que su autoridad no era de sí mismo, sino que fluía directamente de una fuente, del Yo Soy. Él formó y empoderó a una comunidad que todavía está creciendo. Está, todavía de manera imperfecta, tratando de descubrir en cada persona y en cada generación el significado de sus enseñanzas. Como la meditación nos enseña, la imperfección no nos daña, sí la infidelidad.
Todo esto nos explicará el Seminario John Main, donde seremos acogidos por nuestra comunidad belga, en la ciudad de Brujas, cercana al hermoso Beguinato, donde en el medioevo una comunidad de mujeres laicas luchó por su derecho a tener una vida espiritual libre de opresión y del control patriarcal. El Seminario reunirá mentes contemplativas en diversos campos – política, religión, medicina, economía, educación, ciencias y filosofía. Los exponentes serán hombres y mujeres con amplios conocimientos en sus áreas de expertos. Ellos reflejarán las grandes fuerzas del cambio que afectan sus áreas especializadas. Pero también buscaremos una síntesis y entendimiento de los patrones comunes dentro de la crisis del cambio, especialmente contando con la ayuda de la mente comprensiva de Charles Taylor.
Charles Taylor
El cambio es siempre perturbador cuando no lo podemos predecir o controlar. Poco es lo que puede ser administrado o tercerizado por un largo tiempo. Necesitamos experimentar la paradoja de que la ilustración está tomando la responsabilidad y darnos cuenta que nunca podremos estar en control total. Otra paradoja ayudaría: a veces necesitamos estar vacíos para ver lo pleno, estar en soledad para ver a dónde pertenecemos. El poeta sufí Rumi describe esto en su poema “Actos de impotencia” cuando dice “Lloras durante la noche y te levantas al amanecer, preguntando, por qué a falta de lo que pides, tus días se oscurecen”. Él describe la noche oscura de días incumplidos “cuando los actos de impotencia se convierten en habituales”. Y él observa que aquellos actos son los signos que necesitamos para encontrar el rumbo. “Disculpen mi divagación” dice al final del poema, pero “¿cómo uno puede ser ordenado con esto? Es como contar las hojas en un jardín”. Y termina: “algunas veces la organización y el recuento se vuelven absurdos”. Sin embargo es importante que nosotros pensemos – y lo pensemos claramente – sobre los desafíos que nos golpean. Este es el por qué, en el Seminario de este año, estamos convocando a grandes mentes junto con la meditación, que creemos que abrirán el camino a seguir para nuestro mundo a menudo confuso y auto-destructivo
No decimos que la meditación resolverá todos nuestros problemas. Tal vez lo haga si todos nosotros lo intentamos. Pero, como esto no pasará, necesitamos ver a la meditación no como un resuelve-problemas, sino como un ‘acto habitual de impotencia’. Solamente aquellos que lo hacen, saben realmente cómo los cambia, clarificando sus mentes y abriendo los corazones cada día en cualquier campo en el que están destinados a habitar.
En el Retiro del Monte Oliveto habíamos explorado la paradoja del destino humano de ‘estar solos, juntos’. A falta de vivir en esta paradoja, nos deslizamos hacia la epidemia de soledad y disociación que nos arrastra en el mundo que fluye hoy. Es aleccionador preguntar por qué Haití tiene el mayor índice de suicidios en el hemisferio occidental mientras nuestra consumista sociedad satisfecha está viendo un dramático ascenso en suicidios, especialmente entre los jóvenes. Como reacción a este dilema, estamos convirtiéndonos en una sociedad cada vez más terapéutica – a veces hasta el punto que inhibe nuestra capacidad de crear o celebrar. Mientras estamos conformes con el progreso de ser capaces de admitir nuestros problemas personales y de atenderlos, el peligro está en que colectivamente nos fijemos en nuestra infelicidad individual.
Tal vez esto comenzó con la Declaración de Independencia y la afirmación del inalienable derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. A veces, cuando nos encontramos bajo presión o en una crisis en nuestro desarrollo, esto no necesita ser declarado. Pero ¿qué pasa cuando nos convertimos en independientes, auto-determinantes, cuando nuestros padres se convierten en dependientes de nosotros, cuando la libertad de actuar como querríamos se encuentra de lejos más limitada de lo que imaginábamos y cuando la felicidad que buscábamos viene a parecer un deber al que fallamos más que un derecho que realmente disfrutamos? El Amor es todo lo que necesitamos. No la etapa primigenia del amor cuando nos buscamos a nosotros mismos. Pero sí el amor completo y pleno en el que contemplamos y cuidamos el bienestar del otro más que el nuestro. ¿En qué momento crucial del caminar humano vemos la felicidad en términos de otros en lugar de solamente en nosotros?
Los grandes maestros espirituales nos invitan no solamente a ‘seguirles’ sino a ser sus discípulos – a aprender de ellos. Solamente en la profundidad de una relación personal, la aterradora intimidad completa del discipulado, del amor al que pocos se arriesgan, aprendemos cómo volvernos al centro. La fuerza gravitacional de la consciencia del ego a menudo parece irresistible. Pareciera que solamente podemos trascenderla temporalmente antes de hundirnos de vuelta a centrarnos en el ego, buscando nuestra propia felicidad, preguntándonos sin cesar por qué no la encontramos todavía. Nos sentimos impotentes. Pero seguimos reacios a realizar aquellos ‘actos de impotencia’ que realmente cambiarían las cosas. Los grandes maestros de las tradiciones de sabiduría nos enseñan que en las peores crisis de cambio, aunque parezcan sin esperanzas o incontrolables, nuestra meditación, aquellos actos contemplativos de impotencia, son los mejores medios disponibles para dejar ir y continuar avanzando.
Jesús no nos pide que no persigamos la felicidad propia directamente. Nosotros pisoteamos muchas cosas más si lo hacemos. En vez de eso, estamos invitados a atender las necesidades de otros a fin de alcanzar la verdadera felicidad del Ser que trasciende de lejos a las del ego. Pero, ¿cómo puedo ayudar a otros si tengo tan poco? “Aquí está un muchacho con cinco trozos pequeños de pan y dos pequeños peces, ¿pero cómo alcanzaría eso para tanta gente?” Pedro pregunta al tener que alimentar a la multitud. Como las personas en la multitud empezaron a re-distribuir lo que tenían con los demás, él descubrió el milagro de la transformación liberado por el compartir. En una época de cambio, cuando tenemos que retener nuestros bienes en actitud de auto-protección, esta verdad, no algún acto externo de magia o dominio de los hechos, es la sabiduría que redime. El Budismo Mahayana refleja lo mismo, en la idea de la manera de vida bodhisattva. Hemos visto esta enseñanza en Monte Oliveto. Comienza con un deseo de despertar la mente a la verdad, pero luego requiere que realmente la practiquemos.
Es como la transición entre querer meditar a realmente aprender a meditar. Sin importar cuán a menudo y cuán gravemente fallemos, el compromiso fiel nos conducirá al hogar. Si buscamos sólo nuestra propia felicidad debilitamos cualquier felicidad que tengamos. Pero considerándonos como “medicina para el enfermo” y determinándonos a reducir el sufrimiento de los demás como una primera prioridad, podemos amilanar a las fuerzas de negación y desesperanza que surgen de una mente centrada en uno mismo. Estas dudas oscuras son entonces expuestas como “debilidades a ser sometidas por la mirada de la sabiduría” Como suele ocurrir, encontramos nuestra verdadera fortaleza abrazando nuestras debilidades reales.
Hablar acerca de enseñar y vivir las enseñanzas no es lo mismo. En nuestra visión de Bonnevaux estamos arriesgándonos a vivirla, y está enseñándome algo acerca del misterio del cambio. Mirando hacia atrás a algunos puntos de inflexión de nuestra comunidad – nuestra mudanza a Montreal, la muerte del padre John, la transición desde Montreal (donde estoy escribiendo esto hoy en mi cumpleaños) hasta la formación de la Comunidad Mundial y sus muchas transiciones de los pasados 25 años – vemos muchos cambios de los que podemos aprender. La pregunta en las crisis de cambio es no sólo “¿cómo la atravesamos?” sino “¿qué viene después?” Siempre hay algo después. Incluso cuando no hacemos nada, hay algo después. A menudo si, por miedo o por negación no hacemos nada, lo que viene después es nocivo. Si, por soberbia o impaciencia hacemos demasiado, también puede ser nocivo lo que venga. Por tanto, lo que hacemos necesita ser medido.
Bonnevaux
Bonnevaux es la próxima etapa para nosotros. Es nuestra manera de alinearnos con la fuerza de cambio que nuestra comunidad debe encarar para servir su misión. Como visito Bonnevaux regularmente (a principios del próximo año me mudaré allí permanentemente) he visto más claramente porqué hemos sido conducidos allá. Nuestro “monasterio sin paredes” necesita un centro físico para crecer, para que sea nutrida una nueva generación de maestros de meditación, para que vengan peregrinos y encuentren el escalón hacia el próximo nivel de sus viajes, para que las instituciones y profesiones del mundo encuentren la conciencia contemplativa que han perdido. Y, además, ¿quién no necesita un hogar?
La estabilidad es el tipo correcto de centro, es la mejor condición para el crecimiento. El tipo correcto de centro físico es aquel que mejor refleja el centro verdadero, que es el corazón. Sabrás que estás en contacto con el corazón cuando puedas enfrentar la realidad con un mínimo de miedo y un máximo de amor, viendo el mundo no sólo en su oscuridad, sino también bañado en la luz de la verdad, de la belleza y la simple bondad humana. Las mejores soluciones a los problemas surgen de esta simplicidad de la percepción.
Entonces, Bonnevaux representa un gran cambio para la comunidad mundial, pero también un camino que nos sirve a todos para aprender a cambiar de la manera mejor y más humana. Comenzó y continúa siendo un trabajo de fe, nuestro ser fiel a la historia hasta ahora y hasta la siguiente etapa. En cuanto a las personas, finanzas y todo lo demás, debo decirles que no hay certezas absolutas. Eso implica que la realización del potencial de Bonnevaux dependerá de la fe que otros, nuevos y antiguos, amigos y miembros de la comunidad, pongan en ello: tiempo, talento y recursos económicos. Siento que esto es una poderosa afirmación de su exactitud. Hasta ahora, en cada esquina hubo un toque de gracia, un regalo inesperado, la punta del ala de un ángel que pasa. A dos personas de nuestra comunidad central en Bonnevaux les agradecí el sacrificio de renunciar a tanto para servirla. Dijeron que no lo veían como un sacrificio, sino como un privilegio. La joven voluntaria que nunca antes había meditado, pero que vino por tres semanas y se sumergió en el ritmo de la vida cotidiana y ha estado meditando desde que se fue. Los arquitectos que vienen y meditan con nosotros entre las reuniones técnicas. Los obreros que no encienden sus radios en el sitio de construcción con el fin de mantener el espíritu de silencio. La comunidad francesa, que ha formado cinco comités de trabajo calificado para cubrir diferentes aspectos del proyecto. Los visitantes de muchas partes del mundo, que han visitado y se han quedado en el sitio o cerca, para compartir y apoyar la construcción diaria de este nuevo centro y hogar que esperamos pueda convertirse en un pequeño modelo de cómo se puede vivir la vida en medio de la crisis de nuestros tiempos.
Gracias por tener a Bonnevaux en sus corazones e intenciones, para que nuestra comunidad pueda cambiar, y cambiar para bien para las generaciones venideras, mucho después de que la crisis global que enfrentamos hoy haya sido navegada y la humanidad contemple nuevas y más esperanzadoras posibilidades.
Con mucho amor,
Laurence Freeman OSB