
Queridos Amigos, Sentado en mi escritorio en Bonnevaux delante de la pantalla del ordenador, miro también a través de la ventana cómo juega la luz del sol sobre la superficie del lago. Me siento muy tentado de levantarme y salir a dar un paseo, en lugar de quedarme sentado aquí dentro y comenzar esta carta. Podríais preguntaros ¿Por qué os hago perder el tiempo contándoos esto? ¿Sólo para empezar esta carta? Quizás también sea porque quiero escribir sobre el tema de la WCCM para este año – Conciencia Unificada: Una Mente, Un Corazón. Nuestro Consejo Asesor se cuestionó si este título pudiera sonar un poco abstracto. Embarcarse en algo nuevo puede hacer que uno se sienta atraído en direcciones opuestas. Mirar la pantalla en blanco. ¿O ir a dar un paseo? Esta tensión entre opciones muestra cómo la conciencia unificada es todo menos una abstracción y por qué importa que lo entendamos y lo desarrollemos. Se trata de la encarnación, de la incorporación al aquí y al ahora. Se trata del ser que se hace presente de una manera completamente sostenible. ¿Con qué frecuencia has dicho algo y, a continuación, te has dado cuenta de que tus oyentes no estaban escuchando? ¿Cuántas veces hemos desconectado cuando deberíamos haber estado prestando atención? Meditamos diariamente para enfrentarnos con nuestras mentes divididas y reunirlas. John Main lo expresó con genial sencillez: “Si quieres entender lo que abarcan la unidad, la relación y la interdependencia, examina detenidamente una de tus manos. Puedes tener la tentación de pensar en tu mano como simplemente cuatro dedos y un pulgar pero si la miras con atención la percibirás como un milagro de relaciones interdependientes maravillosamente coordinadas.” (El Camino del Desconocimiento. pág.66) John Main explica que el gran problema de nuestro tiempo es que el sentido de unidad ha desaparecido de una gran parte de nuestra vida. Estamos divididos en segmentos cada vez más pequeños polarizados competitivamente entre sí. La sobreespecialización es una consecuencia: una forma de conocimiento que trata de entenderlo todo sobre alguna cosa y termina sin saber nada de ninguna de ellas. En medicina, la fragmentación de la ciencia médica en áreas cada vez más especializadas erosiona el verdadero significado de salud, plenitud y curación. Sin duda hay médicos especialistas hoy en día que saben todo lo que hay que saber sobre los pulgares, pero si eres “todo pulgares” te resultará difícil poner tu dedo en nada. En esta conciencia dividida, continúa John Main, hemos perdido la unidad esencial, la fraternidad y hermandad de la familia humana. El sentido de unicidad es intrínseco a lo que significa ser humano. Como ejemplo, cita un efecto de la pérdida de conciencia unificada que se ha vuelto incluso más extremo desde que él escribió acerca de ello: la conciencia perdida de nuestra unidad con el medio ambiente. Hace cuarenta años, John Main dijo que ‘estamos viviendo al borde de un desastre ecológico’ creado por los seres humanos principalmente porque hemos ‘perdido, en algún lugar y de alguna manera, ese sentido realista de unidad y unicidad’. Impulsado por un sentido de urgencia, dedicó la última parte de su vida a la enseñanza de la meditación, porque “en la meditación buscamos el camino hacia la base de toda percepción de unidad, que es la unicidad esencial que cada uno de nosotros es. La meditación es absoluta simplicidad.” * Nuestro tema para 2022 puede sonar abstracto, pero ya es una cuestión de vida o muerte que afecta a la supervivencia de nuestra especie y a todo lo que la tierra ha alcanzado en millones de años de evolución. Si no nos reconectamos con la sabiduría de la conciencia unificada, viendo a toda la familia humana como interdependiente y coordinada, llegaremos a un sufrimiento extremo, que afectará a ricos y pobres por igual, pero, más inmediata y dolorosamente, a los más vulnerables. El Covid nos ha hecho saber lo que podría ser el sufrimiento y la disrupción simultáneos y globalizados, similar a una guerra mundial o una crisis económica global. Para la mayoría de nosotros, sin experiencia personal de guerra o de hambre, es un duro desafío para nuestra complacencia. Éste es el singular momento de la historia que compartimos y no podemos eludirlo. Por grave que parezca, puede unirnos para mejor. Una crisis trae oportunidades. En una noche oscura llega el amanecer. Por esta razón el Consejo Asesor de la WCCM consideró que este tema sería una manera adecuada para que nuestra comunidad y todos nuestros amigos investiguemos cómo el viaje interior de la meditación se relaciona con las duras fuerzas externas y el mandamiento del amor, es decir, nuestra solidaridad con los demás. La práctica contemplativa no puede protegernos en una burbuja de seguridad. Hace explotar todas las burbujas. Nos impulsa a una mente cada vez más inclusiva: la unidad de mente y corazón que está siempre en expansión. A través de la unicidad, el amor espanta al miedo. A través de la conexión, el amor termina con el aislamiento. Si la meditación realmente crea comunidad, entonces éste es el momento para que las personas contemplativas lo demostremos y lo declaremos abiertamente. Sin embargo, necesitamos tanto meditar juntos como luego conversar y actuar conjuntamente. Esta unidad proviene de una práctica directa y personal, así como de una escucha compartida de la experiencia de cada uno de conciencia unificada, según crece en nosotros y nos va transformando. Luego, por experiencia personal, veremos lo que significa para todos nosotros como familia humana. Pero empecemos la exploración sobre la conciencia unificada diciendo algo favorable sobre la división. * A la mente humana le gusta descomponer las cosas y analizarlas para poder contrastar lo claro con lo oscuro, lo dulce con lo amargo, lo bueno con lo malo. Para entender qué significa lo bueno tratamos de entender qué es lo malo. Incluso cuando hemos probado la unicidad, seguimos viviendo en un mundo de dualidades. Escuchamos, consentimos y luego decimos ‘y sin embargo…’. Hacer frente a las contradicciones y los peligros de la división constituye una gran parte de la condición humana: Hacer buenos juicios, decidir qué hacer en una situación compleja, cuándo priorizar la misericordia y cuándo la justicia. Después de la separación de la luz de las tinieblas, cuando se pronunció la Palabra en el eterno principio y apareció todo lo que había de existir, el Génesis describe la gran separación que nunca ha dejado de replicarse. Después de la unidad primordial vino una diversidad embriagadora en la naturaleza. ‘La tierra da nuevos frutos’ y ‘las aguas rebosan de innumerables criaturas y las aves vuelan sobre la tierra a través de la bóveda del cielo”. Cuando Dios vio todo esto, ¿acaso dijo ‘¡Oh no, menudo lío tan complicado he montado!’, y dio marcha atrás a la unidad primaria? No, Dios miró todo lo creado con amor y “vio que era bueno”. El cosmos es la autorrevelación primaria de Dios. Los niños pequeños aprenden aritmética y una de sus primeras lecciones es la división. Recuerdo el cambio de percepción que me empujó a otro nivel de conciencia cuando descubrí cómo funcionan la división y la multiplicación. El poder de dividir es de importancia práctica para un niño ya que asegura que cada niño en una fiesta de cumpleaños recibirá una porción igual de tarta. Habrá fuertes gritos de protesta si no se reparte por igual, de la misma manera que los profetas de todos los tiempos protestan cuando la riqueza de las naciones se distribuye injustamente. División es un signo de igualdad y sustenta el compartir que refuerza la comunidad. Por tanto, a través de la conciencia dividida llegamos a comprender la conciencia unificada. Pero no es tan fácil. ¿Qué ocurre cuando divides un número por otro y ‘te sobra algo’? Por mucho que intentemos informatizar las relaciones humanas, siempre queda el ‘resto’, el factor humano. Esto sirve como recordatorio de que somos creados a imagen y semejanza de Dios y que no somos clones de una línea de montaje. Como los copos de nieve, cada uno de nosotros es único. Esta conciencia de la unicidad universal es la base de la justicia. El primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) proclama que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Están dotados de razón y conciencia y deben actuar unos con otros en espíritu de fraternidad.” Después de esto, la palabra que más se repite en el documento es ‘todos’. Es una expresión conmovedora de la conciencia unificada que ha ido tomando forma con más fuerza que nunca en los tiempos modernos. La Declaración nació de un siglo de violencia atroz e inhumana y una división demente, despertadas por las trincheras de la Primera Guerra Mundial y los campos de exterminio de la Segunda. La armonía y la belleza pueden ser despertadas por la disonancia y el horror. Cuando yo empecé a escuchar la música de Bach me enamoré de su belleza, vitalidad y sentido del orden creativo y puro juego. Inicialmente, cuando escuchaba pasajes de extrema disonancia, pensaba que la grabación estaba dañada o que los músicos se habían quedado dormidos. ¿Por qué habría estropeado deliberadamente un sonido tan perfectamente agradable interfiriendo con el rango tonal? Esto desconcertó a sus contemporáneos y todavía hoy nos hace preguntarnos. Sin embargo, conduce al oyente atento más profundamente al majestuoso mundo de la conciencia unificada de Bach. Nos eleva y libera de la división por medio de la división. Él muestra cómo la división tiene sus usos. Así también, en la oscuridad de la Vigilia Pascual escuchamos ‘O Félix Culpa’ (O Feliz Culpa) expresando la visión mágica de que un bien mayor está saliendo del peor de los males. Juliana de Norwich también entró en la oscuridad para descubrir que «el pecado es útil ‘. Esto significa necesario e inevitable. Cada vez que nos sentimos abatidos por nuestras faltas o las fuerzas oscuras en la humanidad, debemos recordar la sabiduría de esta teología o escuchar una de esas inquietantes desarmonías de Bach cuando las usa para recuperar una mayor belleza y alegría. * Sin embargo, la división, la conciencia dividida, exige una respuesta porque mientras reina causa miseria y destrucción. Es debido a ella por lo que luchamos tan dolorosamente con nuestras contradicciones actuales y la polarización. Echa un vistazo a nuestro mundo político actual, nuestro sistema económico o las divisiones sociales creadas por el Covid. Mira los países, las familias y las amistades divididas por culpa de Trump o del Brexit. A medida que su vida llegaba a su fin, Jesús vio en las crecientes fuerzas de la división, del engaño y de la violencia que el ‘príncipe de este mundo se acerca’. Pero, agregó, ‘no tiene poder sobre mí’. En la conciencia dividida del mundo dualista en el que él entró, su Pasión todavía era central en la conciencia unificada y unificadora que había descubierto en esta vida. Su unidad con el Padre mostró su unidad con todos. Transformado en esta unión que encontró en plenitud al otro lado de esta vida, regresó como había prometido en la nueva dimensión de la realidad que llamamos la Resurrección. Tenemos que lidiar con las contradicciones y divisiones de un mundo dualista constantemente. Necesitan ser controladas porque nunca se pueden erradicar. Por ello, necesitamos estadistas, líderes espirituales y políticos que hayan sido iluminados, hasta cierto punto, por un auténtico descubrimiento personal de esta unicidad. Una de las tareas para la que luego estarán equipados será para poder identificar y exponer la falsa unidad propuesta por partidos equivocados y sin escrúpulos, como los que vemos en los movimientos populistas y los medios de comunicación de noticias falsas. San Benito, uno de estos líderes que es un maestro en la resolución de conflictos, nos advierte en contra de dar una «falsa paz», una paz ‘tal como la da el mundo’, como la llamaba Jesús. Benito maneja este asunto a nivel de la comunidad mediante la creación de un arte de vivir estructurado, una forma de vida diaria, con un Regla que tiene muchas excepciones moderadoras. Siendo flexible sin llegar a romperse, la Regla requiere el tipo de disciplina y discreción madura que desarrolla la meditación. Recomponer en nuestra cabeza un mundo dividido y caótico es tentador, imaginándolo completo y unificado al excluir (o exterminar) a cualquiera que no juegue según tus reglas o que te desafíe. Muchos crímenes contra la humanidad han sido cometidos en nombre de una unidad y orden imaginados. Esto provoca violencia doméstica, disfunción institucional y tiranía estatal. Su forma más sutil y viperina hoy en día se encuentra en la manipulación de las mentes a través de los medios de comunicación. En lugar de imaginar una solución e imponerla, tenemos que ir directamente a la experiencia de unidad misma. Éste es el propósito de toda verdadera práctica contemplativa. Cualquier cosa que reduzca la meditación a algo menos, a simplemente un analgésico o un pasatiempo a corto plazo, contamina el pozo de la verdad. La meditación es la práctica que gente corriente realiza diariamente para encontrar la paz y la vitalidad de la conciencia unificada en su vida diaria. Compartir el don de la meditación comienza tranquilizando al principiante de que su distracción, la fractura personal que encontrará y el sentido de fracaso del ego no son la manera de juzgar su práctica o su progreso. En lugar de una falsamente imaginada plenitud, encontrará la libertad, la meta sin meta de la pobreza de espíritu. Después, la mente y el corazón unificados ven la belleza divina que se manifiesta en la fealdad hecha por el hombre, la integridad que aparece a través de la fractura, el poder de Dios que sana a través de debilidad. Sólo en esta visión paradójica de una conciencia unificadora podemos empezar a comprender lo que significa la redención. Éste es el valor de una práctica diaria de la meditación. Pero, de hecho, si estamos despiertos y salimos al mundo real más allá de nuestra vida de fantasía, vemos que esta conciencia unificada del reino de Dios está siempre presente dentro de nosotros penetrando los velos del espejismo que nos rodea. Sucede a través de la belleza, del buen arte, de sencillas acciones de servicio, de la reconciliación y del cuidado hacia los necesitados. En una vida sabiamente equilibrada, hay destellos de amor, belleza, veracidad y de centrarse en el otro que nos bombardean como estrellas fugaces en el cielo nocturno, pequeñas partículas de materia que entran en nuestra atmósfera y brillan ante nosotros. Si somos afortunados algunos destellos pueden incluso durar décadas en forma de amor fiel y relaciones estables. Pero, aunque parezcan efímeros lo que hemos visto nunca podrá ser invisible. Estamos saturados a diario con la presencia divina en la que nadamos como peces y “vivimos, nos movemos y existimos”. Una vez experimentada, la unidad de la conciencia unificada continúa profundizando hasta que nos hacemos uno con ella. Pero tenemos que comprometernos a salir de la burbuja de nuestros miedos y deseos egoístas que nos atrapan en el hábito de una conciencia dividida que nos hace ver doble. * Mucho antes del inicio de la pandemia del Covid yo sabía que necesitaba unas gafas nuevas. Hace poco fui a graduarme la vista y cuando llegaron las gafas nuevas con su montura a la moda, me las probé con entusiasmo. He usado multifocales durante años, así que estaba preparado para un período de adaptación de forma que el cerebro pueda identificar lo que ven las lentes. Pero después de soportarlas durante algún tiempo no hubo mejoría y yo veía doble. La prescripción estaba mal hecha, algo que negué porque quería evitar la molestia de tener que devolverlas. Sucede fácilmente que nos negamos a admitir que estamos divididos y que lo que vemos es una doble versión de la realidad. Aunque sigamos chocando con cosas o nos acerquemos demasiado a los coches en la carretera, negamos la evidencia de nuestros sentidos. Santiago vio esto como síntoma de una mente plagada de incertidumbre y división y “una persona así no debe esperar que el Señor le dé nada; es de doble mente y nunca puede mantener un curso constante. (Santiago 1, 7-8). Si admitimos nuestra doble visión, nuestro doble rasero y la falta de honestidad con nosotros mismos hemos comenzado verdaderamente el viaje hacia la unidad de todos las cosas y la paz de esa unión. Para perseverar en este viaje se requieren la honestidad y humildad cada vez más profundas, que son imprescindibles para el autoconocimiento. Como las exigencias parecen excesivas estamos tentados a darnos por vencidos. No nos creemos que tengamos un don especial para la santidad como la de los santos con estrellas que nos miran desde sus pedestales. Siempre que nosotros sigamos meditando esta tentación puede ser muy útil ya que evita que nuestro ego se infle. Pero si se introduce demasiado profundamente en nuestro interior y nos damos por vencidos, volvemos a ver doble. La meditación es la aceptación incondicional de la totalidad de la realidad, incluido todo lo que etiquetamos como bueno y malo. Aprender a renunciar al hábito del juicio que tiene la conciencia dividida prepara el camino para el arte del discernimiento y para ver la bondad en el centro de todo. Cuando la mente y el corazón están unidos, tenemos la claridad suficiente para ver con una visión única la bondad esencial de nuestro ser a pesar de todas nuestras faltas y fallos. “El ojo es la lámpara del cuerpo. Si pues tu ojo es uno solo, todo tu cuerpo estará luminoso” (Mt 6,22). Cuando el ojo del cuerpo y el ojo de la mente se unifican, el tercer ojo se abre. Con este ojo del corazón vemos por qué nuestros pecados son ‘necesarios’ y nuestras culpas son valiosas. Sin una unificación de mente y corazón, los dos principales centros de la conciencia que anhelan convertirse en uno, no solo no podemos ver nuestra bondad nuclear, ni siquiera podemos gustarnos a nosotros mismos. Vemos esta condición de abandono de la humanidad en uno de los grandes personajes trágicos de Shakespeare, Ricardo III. Deformado físicamente de nacimiento, creció como blanco de bromas y considerándose repugnante para los demás. Su infancia cruel y carente de afectos le cerró el corazón y le retorció la mente, encendiendo la megalomanía del tirano cruel arquetípico que se encuentra a lo largo de toda la historia. En sus últimas palabras antes de morir en la batalla, ve su propia división trágica por primera vez, la ignorancia de su verdadero yo y la pesadilla derivada de esta doble visión. Él se dice ‘no hay criatura que me ame y si muero, ningún alma tendrá piedad de mí’; y luego se pregunta por qué alguien debería compadecerse de él ya que ni él mismo encuentra en sí ninguna piedad por sí mismo. * Las consecuencias individuales de la conciencia dividida son devastadoras. Es más fácil ser amable con los sanos y los guapos. Pero si incluso ellos o los desfavorecidos, cuyas desgracias a menudo nos hacen temerles, crecen sin amor su humanidad puede ser inhabilitada permanentemente. Que no os sorprenda cuando actúen de manera inhumana. En nuestro mundo dividido, la escalada de enfermedades mentales, soledad y alienación son los resultados inevitables de un estado dividido de la mente, llena de conflictos por resolver y perspectivas polarizadas. Cuando las condiciones externas se deterioran y la vida ordinaria se vuelve más difícil, como ahora con el Covid o en una crisis financiera, estos estados mentales pueden convertirse en una pandemia y definir una nueva norma. La división engendra aislamiento y soledad que destruyen la amistad (y la amabilidad) que instintivamente sentimos por los demás. La solitud (que no soledad) – que es la autoaceptación de nuestra singularidad – es lo que encontramos en la meditación y es la medicina para este estado venenoso. La soledad es la fuerza de la comunidad que proporciona unión. La individualidad, como generalmente la concebimos, significa estar separado e independiente. Este significado es de hecho un espejismo. La palabra individual en sí significaba originalmente indivisible, inseparable. ¿Cómo hemos podido desviarnos tan lejos en dirección opuesta? La meditación devuelve a los individuos solitarios a la comunidad y, si un número suficiente de personas sienten esta curación, entonces contribuirá también a restaurar a la sociedad. Los corazones divididos alimentan políticas polarizadas y medios de comunicación radicalizados, y han erosionado ampliamente la confianza en la democracia. La mente contemplativa es la conciencia unificada de la mente y el corazón. Devuelve la salud a la sociedad porque con un solo ojo vemos más allá de las dualidades y polaridades. Mientras miramos a través de la gran división a las personas con las que no podemos ya conversar, comenzamos a verlos y sentirlos de forma diferente. Sin embargo, el terreno común más seguro no se encuentra en la política, sino en la dimensión espiritual. Todos somos capaces de experimentar la curación del único ojo. Cualquiera que lo experimente lo conoce como una gracia de ternura omnipotente que diluye todas las divisiones. La reflexión de la WCCM en el año 2022 –“Conciencia Unificada: Una Mente, Un Corazón” – se inauguró en el seminario que tuvimos con el Dalai Lama el 1 de diciembre de 2021. La primera de la serie anual online tuvo lugar el 18 de enero 2022. Los ponentes abarcaran un amplio y estimulante espectro de sabiduría y tradiciones de fe. Al igual que con la serie sobre la salud que tuvimos el año pasado, la serie de este año es una oportunidad para crecer en percepción interior personal y en esperanza. La interacción con los ponentes forma parte de cada sesión. Entre sesiones habrá grupos de diálogo a los que os podéis unir para escuchar los pensamientos de los demás y compartir vuestros puntos de vista. Construirá la especial amistad que se crea en cada peregrinaje. Espero con ilusión vivir esto una vez más con vosotros mientras viajamos juntos en esta serie de charlas y reflexiones, durante este año que ha comenzado. Además de ser un enriquecimiento para aquellos de nosotros que hagamos este viaje, será una contribución al redescubrimiento general de unidad y calidez de corazón que la familia humana necesita hoy. Confiemos en que al encontrar lo que hemos perdido lleguemos a uno nuevo punto de crecimiento donde podamos celebrar como amigos que trascienden todas las divisiones. Con todo mi afecto, Laurence Traducido por WCCM España |