

La Oración según Juan Casiano
John Main encontró confirmación a su forma de meditar en los Capítulos 9 y 10 sobre la oración de la obra “Conferencias”, de Juan Casiano. En sus escritos, Casiano destaca la insistencia de los ermitaños del desierto en la repetición de una frase para avanzar en la “oración continua“… “Todo monje que anhele la conciencia de Dios debería tener el hábito de meditar con la repetición incesante de esta frase (fórmula) en su corazón, después de haber expulsado todo tipo de pensamiento, porque no podrá aferrarse a la conciencia de Dios de ninguna otra manera que no sea liberándose de todos los cuidados y preocupaciones corporales».
La «fórmula» que recomienda aparece en el salmo 69. Es una frase conocida por todo monje gracias al canto diario de los salmos: «Oh Dios, inclínate en mi ayuda; Oh señor, date prisa en socorrerme». Su repetición se ve principalmente como una ayuda para lidiar con los pensamientos que nos distraen en el momento de la oración. Casiano, sin embargo, va más allá: “Deberías meditar constantemente en este versículo en tu corazón … No debes dejar de repetirlo cuando estás haciendo cualquier tipo de trabajo o de servicio o estás de viaje. Medita en ello mientras duermes y comes y mientras atiendes las necesidades básicas de la naturaleza”.
Casiano entiende esta repetición de la frase de oración como una etapa preparatoria importante, una forma de entrenar la mente para lograr una atención única y sin esfuerzo. También Evagrio lo enfatiza al decir: «Cuando la atención busca la oración, la encuentra». Fue una forma de lograr “la perseverancia constante e ininterrumpida en la oración”.
La repetición de la frase de oración es una herramienta de defensa contra todo tipo de distracciones que nos invaden: “pensamientos errantes”, demonios como “la tristeza” o “la acedia”, y sensaciones o imágenes. Lo llama «una coraza impenetrable», un «escudo muy fuerte».
Como San Antonio, Casiano recomienda combinar la oración con el trabajo como la mejor defensa: “Ora sin cesar quien combina la oración con los quehaceres diarios y los quehaceres con la oración”. Casiano ve esta integración como un proceso esencial para la oración «pura» que genera «una tranquilidad mental constante e inmutable». Se refiere a María como el gran ejemplo de lo que se necesita en la oración: es decir, la cualidad de fijar el corazón y la mente en Dios en una atención amorosa y concentrada. (Lucas 10, 38-42).
Además, describe la repetición de una frase breve como una forma de lograr la “pobreza de espíritu” conociendo tu necesidad de Dios: “Que la mente se aferre sin cesar a esta fórmula … hasta que renuncie y rechace toda la abundancia del pensamiento … Así, estrechada por la pobreza de este verso, alcanzará muy fácilmente esa bienaventuranza evangélica que ocupa el primer lugar entre las demás bienaventuranzas … Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
Aunque pone énfasis en esta forma de oración, en la «IX Conferencia» explica que todo tipo de oración, súplica, oraciones, intercesiones y acciones de gracia son válidas, útiles y necesarias en un momento u otro. Pero para él, la forma más elevada de oración es la oración «ardiente», «sin palabras», cuando la mente «derrama ante Dios oraciones sin palabras del más puro vigor». Cita a San Antonio: “El monje que sabe que está rezando no está rezando pero el monje que no sabe que está rezando, está rezando”.
Para Casiano, esta oración interior es la esencia de la oración, tal como el describe en su interpretación de la enseñanza de Jesús en el evangelio de Mateo 6, 6: “Oramos en nuestra habitación cuando retiramos nuestro corazón completamente del estruendo de cada pensamiento y preocupación y revelamos nuestras oraciones al Señor en secreto y, por así decirlo, íntimamente. Rezamos con la puerta cerrada cuando lo hacemos con los labios cerrados y así, en total silencio, rezamos al buscador no de voces sino de corazones”.
Aunque Casiano recomienda la repetición de una frase en particular en la oración, no debemos subestimar la importancia que las Escrituras tienen para él. Casiano, al igual que los ermitaños del desierto, memorizó pasajes de las Escrituras para permitir que éstas le hablen de manera significativa: “Mientras nos esforzamos con la repetición constante para memorizar estas lecturas, no tenemos tiempo para entenderlas porque nuestras mentes han sido ocupadas. Pero más tarde, cuando nos liberamos de las atracciones de todo lo que hacemos y vemos y, especialmente, cuando meditamos en silencio durante las horas de oscuridad, pensamos en ellas y las entendemos con mayor claridad» (Conferencia 14.10). Esto es pura lectio divina.
John Main en su libro “Una Palabra Hecha Silencio” dice lo siguiente sobre «la fórmula», sobre el mantra … «No hay duda de la exigencia absoluta del mantra. En esencia, es nuestra aceptación del carácter absoluto del amor de Dios que inunda nuestro corazón a través del Espíritu de Jesús resucitado. Nuestra muerte (al dejar atrás el yo o el ego) consiste en la implacable sencillez del mantra y la absoluta renuncia al pensamiento y al lenguaje en el momento de nuestra meditación”.
Por lo tanto, vemos claramente cómo John Main, Casiano y los Padres y Madres del Desierto comparten lo esencial de la oración contemplativa: atención y desapego, silencio y soledad, oración incesante … “Perseverancia en la oración … tanto como lo permita la fragilidad humana”, … oración sin imágenes … todo conduciendo hacia la «pureza de corazón» y hacia la «pobreza de espíritu».
Kim Nataraja
(Adaptado del capítulo sobre Juan Casiano del libro “Viaje al corazón” de Kim Nataraja)
Traducido por WCCM España