Enseñanzas Semanales

Enseñanza 32, Ciclo 1

Es simple, pero no fácil

“Por ello os digo: No os preocupéis por lo que comeréis o beberéis y por la ropa con la que cubriréis vuestro cuerpo. Os aseguro que la vida es más que la comida, la bebida y la ropa” (Mateo 6,25).

Nuestro objetivo es permanecer quietos en el momento presente, que es el único momento real, el del encuentro con el Dios que es “Yo Soy”. Sin embargo, en cuestión de segundos, nos vienen pensamientos del pasado, planes para el mañana o nos encontramos tejiendo sueños y deseos que cumplir en el reino de la fantasía. “Fija tu mente en el Reino de Dios y en su justicia antes que en cualquier otra cosa, y todo lo demás vendrá a ti. Así, no te preocupes por el futuro: el mañana se cuidará a sí mismo” (Mateo 6,33).

La enseñanza de Jesús sobre la oración es simple y pura, extremadamente sabia y sensata. Sin embargo, parece estar más allá de nuestra capacidad para practicarla. ¿Realmente se dirigía Jesús, a la gente común?

El descubrimiento de nuestro nivel de distracciones resulta humillante. Por ello, puede ayudarnos recordar que se trata de un descubrimiento universal ¿por qué si no Juan Casiano recomendaba el mantra (al que llamó “fórmula”) hace mil seiscientos años? Además, en nuestra época, al problema de la distracción natural se añade la enorme cantidad de información y estímulos que nos invaden a diario, desde que encendemos la radio por la mañana, hasta que ponemos la televisión por la noche.

Con este descubrimiento es fácil desanimarse y alejarse de la meditación. “No es la clase de espiritualidad que busco. No soy el tipo de persona disciplinada. ¿No debería dedicar mi tiempo de oración al trabajo? A menudo, este desaliento enmascara un sentimiento recurrente de fracaso e incapacidad, el lado débil de nuestro ego herido y autorrechazado, “No soy bueno en nada, ni siquiera en la meditación”.

Lo que más necesitamos en esta fase inicial de nuestro camino es introducirnos en el significado de la meditación y sentir la sed que brota de un nivel de conciencia más profundo de aquel en el que parecemos estar estancados. Es aquí, desde el principio, donde nos encontramos —aunque no lo reconozcamos— con el impulso de la gracia. Nos viene de fuera en forma de enseñanza, tradición, guía espiritual e inspiración. Desde el interior, surge como una sed intuitiva de una experiencia más profunda. Cristo, como Espíritu que se halla tanto fuera como dentro de nosotros, parece empujarnos desde el exterior y tirar de nosotros desde dentro.

Esto ayuda a comprender con claridad desde el principio cuál es el significado y propósito del mantra. No es un varita mágica que nos deja la mente en blanco, ni un interruptor que conecta con Dios, sino una disciplina “que comienza en la fe y termina en el amor”, que nos conduce a la pobreza de espíritu. No pronunciamos el mantra para luchar contra las distracciones sino para ayudarnos a quitar nuestra atención de ellas. El simple descubrimiento de que — aun pobremente — somos capaces de llevar nuestra atención a otro lugar es el primer gran despertar. Este es el comienzo de la profundización de la conciencia que nos permite abandonar las distracciones superficiales, como las olas desaparecen en la superficie del océano. Incluso en esta etapa inicial de nuestro viaje, aprendemos la verdad más profunda cuando abandonamos nuestros pensamientos religiosos o de otro tipo; no es nuestra oración, sino la oración de Cristo la que obra en nosotros.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

Enseñanzas Semanales

Enseñanza 15, Ciclo 1.

Introducción a la Meditación para un Grupo Cristiano

Recojo algunas sugerencias sobre las charlas que pueden tenerse durante una sesión inicial con un grupo de meditación semanal.

La introducción no excederá de 15 minutos. Nos presentaremos al grupo personalmente como parte de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana. Explicaremos brevemente cómo nos introdujimos en la meditación. Haremos hincapié en la tradición universal de la meditación, no sólo dentro de la tradición oriental sino también como una práctica de oración arraigada en nuestra propia tradición cristiana.

Tras un breve silencio, comenzaremos la lectura de un pasaje del Evangelio y lo comentaremos como un camino de oración, profundamente arraigado en la tradición cristiana. Estos son algunos ejemplos: Mateo 6,6, “interioridad, pocas palabras”; Mateo 6,8, “la confianza”; Mateo 6,25, “abandono de las preocupaciones, la atención”.

Podemos resaltar que actualmente hay un exceso de interés en “hacer”, en desarrollar actividades. Y debemos establecer una clara distinción entre lo que es “ser” y “hacer”. Todos podemos “caer” en “hacer” demasiadas cosas. Recordaremos la historia de “Marta y María” (Lc. 10, 38-42) y que debemos ser ambas en diferentes momentos, pero que la calidad de nuestro “hacer” depende de nuestro “ser”: estando en paz con nosotros mismos y en silencio interior, seremos capaces de escuchar y ayudar a los demás.

A continuación, haremos una introducción a la figura de John Main y al descubrimiento que hizo sobre la Meditación en la tradición cristiana de Juan Casiano. Este Padre del Desierto es un maestro para todos los cristianos. Él vivió mucho antes de que se produjera la división de las diferentes vertientes del cristianismo. Por ello, la meditación es muy importante en el ecumenismo.

La meditación es una forma natural por la que los cristianos rezamos juntos, a diferencia de las palabras y el ritual que pueden llegar a separarnos. La oración profunda nos muestra que ya somos “uno en Cristo”. “Porque donde están congregados dos o tres en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos” (Mateo 18:20). La meditación no juzga las diferencias, las acepta de una forma amorosa y comprensiva.

La meditación también actúa como un antídoto del fundamentalismo, respetando las diferencias y aprendiendo a perdonar al otro, desde el “corazón”. Tanto la diversidad como la unidad son necesarias. En el Evangelio de Marcos 9, 38-41, Jesús muestra tolerancia y respeto por las diferencias de los seres humanos. La meditación es un camino de vuelta a casa, de vuelta a la propia relación con Cristo y con la unidad original en Cristo.

La meditación representa el eslabón perdido en nuestra cadena de la oración. Complementa y mejora pero no sustituye otras formas de oración. Enriquece de forma especial la oración de las escrituras. Debemos recordar que la meditación es una dimensión de la oración que nos conduce al silencio. No se trata de hablar con Dios, ni pensar en Él, sino de “estar con Dios”, de permanecer en comunión con la presencia de Cristo en nuestros corazones. El Silencio es la “adoración desde el espíritu y la verdad”.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

Enseñanzas Semanales

Enseñanza 12 Ciclo 1


La importancia del grupo de meditación semanal

Los miles de pequeños grupos que se reúnen en casas, parroquias, escuelas, prisiones u hospitales, en al menos 100 países de todo el mundo, constituyen los cimientos de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana. Reunirse en grupo es una parte importante del camino de la meditación. En primer lugar, el grupo es un lugar de aprendizaje donde se enseñan los principios fundamentales de la Meditación Cristiana transmitidos por John Main y Laurence Freeman y donde se refuerza su auténtica naturaleza cristiana. Además, el grupo constituye un espacio acogedor y propicio para recibir a los recién llegados.

En segundo lugar, es importante estar con personas afines cuando uno se embarca en un viaje espiritual. Si se está solo, no resulta una travesía fácil; el respaldo y el aliento de otros que recorren la misma senda resulta muy valioso. John Main insistió en la importancia de las reuniones semanales de Meditación. Además, él creía en que “la meditación crea comunidad”. Los seres humanos somos criaturas constitutivamente sociales y experimentamos, de modo muy sutil, la influencia de aquellos con quienes nos reunimos. Pero también se refería al efecto de la oración: “Porque donde se reúnen dos o tres en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, dice Jesús en el evangelio de Mateo. Su presencia establece un lazo creciente entre las personas que rezan juntas. A partir de ese lazo, surge un sentido de comunión, un deseo de animar y alentar a los demás.

Este sentimiento de comunidad surge especialmente con la oración del silencio. El silencio constituye la esencia de cada encuentro de un grupo de Meditación. Repetir fielmente nuestra palabra sagrada nos conduce a un silencio profundo en el centro de nuestro ser, donde habita Cristo. En ese silencio descubrimos nuestro propio y auténtico “yo” y al hacerlo tomamos conciencia de que no somos seres aislados e individuales sino que estamos interconectados con todos, con la Creación y con la Divinidad. Por tanto, se trata de un silencio que no es solitario, sino compartido; es el silencio que verdaderamente nos une. Es más, el recuerdo de este silencio compartido nos sostiene y nos mantiene fieles a nuestra práctica individual, dos veces al día, en nuestras casas, o nos ayuda a comenzar de nuevo cuando hemos flaqueado.

La persona que ha sentido la llamada de guiar un grupo tiene un importante papel de apoyo. Él o ella puede contribuir a crear el ambiente apropiado para que el silencio eche raíces; además, su constancia al estar presente cada semana sirve de ejemplo para los demás.

En muchos sentidos, la meditación cristiana nos conecta con la vida de los primeros cristianos en los primeros siglos de nuestra era. No se trata sólo de que John Main redescubriera en los escritos de esos tiempos la oración del silencio que utiliza una única palabra de oración. También el ambiente en el que los primeros cristianos se reunían para orar era semejante: se reunían igualmente en pequeños grupos, en las casas o en lugares de reunión.

En nuestra página web, en el epígrafe “Grupos de Meditación Cristiana”, puedes encontrar material de apoyo en relación con la constitución y acompañamiento de grupos. Este material ha sido extraído del libro Una perla de gran valor, de Laurence Freeman, que también puedes descargarte en pdf.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España
Enseñanzas Semanales

Enseñanza 11, Ciclo 1


La Meditación Cristiana puede ser practicada por cualquier persona, en cualquier lugar

El sello característico de la Meditación Cristiana es su simplicidad. La práctica es simple. No hay que aprender técnicas complejas. No requiere de un extenso conocimiento previo o vestimenta especial; es decir, cualquiera puede meditar en cualquier lugar.

Recordemos cuál es la práctica: Busca un lugar silencioso. Siéntate, cierra suavemente los ojos y permanece quieto, relajado pero alerta. En silencio, en tu interior, comienza a decir una única palabra, tu mantra. Recomendamos la oración: “ma-ra-na-tá”. Escucha la palabra mientras las pronuncias amorosamente y de forma incesante. No pienses ni imagines nada espiritual, ni de otro tipo. Si surgen los pensamientos o las imágenes, que son distracciones, regresa al mantra, y continúa pronunciando la palabra durante todo el tiempo de la meditación. Medita cada mañana y cada tarde, entre veinte y treinta minutos.

La simplicidad de la práctica permite integrarla en cualquier circunstancia. Existen grupos de meditación por todo el mundo, que se reúnen en casas, en oficinas, en iglesias, en colegios, en centros comunitarios, en gimnasios, en cárceles y en hospitales.

Cualquier lugar, razonablemente tranquilo, puede ser apropiado. Si no es posible, podemos crear un espacio sagrado, con algún tipo de música suave, una vela, flores y algún icono aunque todo esto no es necesario. La esencia es mantener la simplicidad.

Es aconsejable dedicar un tiempo fijo semanal, en el mismo lugar, para las reuniones de los grupos. El libro de Laurence Freeman “Una perla de gran valor” tiene información muy valiosa sobre cómo crear un grupo de meditación.

Sin embargo, no siempre es fácil crear o mantener un grupo de meditación. Muchas personas ya se reúnen para otro tipo de actividades como clases de Yoga o de Tai-Chi, o grupos de oración de otro tipo. Aquellos que desean practicar la meditación en grupo, les gustaría poder integrarla en su tiempo, pero salir de casa dos veces a la semana a veces resulta complicado.

No hay ninguna razón por la que la meditación no pueda ser incorporada en cualquiera de estas actividades. Lo único que hay que acordar es permanecer 20 o 30 minutos en silencio, rezar una oración al principio o al final de la sesión y que alguna persona se encargue de indicar el principio y el final del periodo de la meditación.

La esencia de la Meditación Cristiana es poner toda nuestra atención en el mantra, de forma amorosa y entregada, durante todo el tiempo de la meditación. ¡Tan solo hay que pronunciar la palabra! Esto puede realizarse en cualquier lugar en el que haya un ambiente tranquilo y un contexto apropiado. Recuerda siempre que la Meditación Cristiana es una forma de oración, no sólo un modo de relajarse. Como cristiano, soy guiado por mi fe, en la creencia de que, repitiendo esta antigua oración cristiana, entraré en el silencio, en el centro de mi ser, donde habita Cristo. Allí me uniré a la oración de Cristo y entraré con Él en la corriente de amor que fluye entre el Creador y su creación.

Kim Nataraja
Traducido por WCCM España
Enseñanzas Semanales

Enseñanza 32, Ciclo 5.


La Cambiante Visión del Mundo
Aunque Descartes vio la percepción como algo divinamente inspirado, cualquier acontecimiento basado en la experiencia subjetiva o transpersonal fue ignorado durante los siguientes cuatro siglos por carecer de evidencia científica o por no poderse expresar mediante una ecuación matemática.

Con Albert Einstein nació una nueva era de pensamiento sobre el Cosmos. Se le atribuyen las siguientes palabras: “La mente intuitiva es un don sagrado y la mente racional es un sirviente fiel. Hemos creado una sociedad que honra al servidor y se ha olvidado del regalo”. Él mismo se sintió guiado por ideas intuitivas, a igual que otros científicos. El ejemplo más sorprendente es el descubrimiento que hizo el químico orgánico alemán Kekule de la estructura anular del benceno en un «sueño diurno» en el que vio una serpiente agarrándose la cola con la boca. Posteriormente, Niels Bohr, Werner Heisenberg y Paul Dirac desarrollaron la Teoría Cuántica siguiendo la Teoría General de la Relatividad de Einstein y su visión del espacio-tiempo como un campo. Estas teorías dieron paso a una concepción del mundo totalmente diferente de la concepción tradicional dualista y material cartesiana / newtoniana.  La nueva perspectiva es que todo está conectado a través de campos: «En esta nueva física no hay lugar para el campo y la materia porque el campo es la única realidad».

Este planteamiento permite un enfoque holístico que incluye una perspectiva transpersonal/espiritual. La belleza del mundo subatómico, como se muestra en la teoría cuántica, es que nada tiene significado o sustancia en sí mismo. Todos, incluida la mente, el cuerpo y el espíritu humanos, son parte de un océano infinito de energía, patrones dentro de patrones, relaciones dentro de relaciones. Todos están integralmente relacionados y apoyados por un inmenso océano de energía subyacente.
En 1931, George Lemaitre, un joven sacerdote belga, destacado físico y cosmólogo, propuso la teoría de que este campo cuántico, este océano de energía, surgió como resultado de un acontecimiento trascendental. Un solo átomo muy denso y comprimido – él lo llamó un átomo primitivo – hace unos 13.700 millones de años estalló en un enorme campo de creatividad que se ha estado expandiendo y creando continuamente desde entonces. Lemaitre le dio el nombre de «teoría del Big Bang». Ahora se acepta generalmente como la teoría estándar, probada, en la medida de lo posible, por muchos descubrimientos en la investigación cosmológica. Estudios recientes incluso han postulado que este átomo muy denso y caliente que explotó y creó el Universo tal como lo conocemos era parte de un campo de realidad desconocido.

Surge así la tentación de equiparar estos hallazgos científicos con la teología y considerar el Big Bang como el acto creativo del Génesis y el campo del que formaba parte como la Fuente del Todo, la Realidad Divina. Pero debemos tener en cuenta que tanto los científicos como los teólogos están tratando de captar y expresar lo que es incomprensible para nuestra mente. Realmente hemos alcanzado los límites de nuestra comprensión racional. Todo lo que realmente sabemos es que no sabemos, parafraseando a Sócrates.
Lo que está demostrado de manera incontestable es que todo y todos están interconectados y son interdependientes, con toda la humanidad involucrada de manera integral. Esto se pone de manifiesto sorprendentemente en experimentos que demostraron que la conciencia del observador influye en el resultado de un experimento. Sólo hay energía y conciencia relacionándose e interactuando. La dificultad es que parece que todo está regido por la probabilidad; no hay resultados y conclusiones fijos y ciertos en esta teoría. Este «principio de incertidumbre» hizo que incluso Albert Einstein se sintiera inseguro y que, por ello, quizá dijera la frase que se le atribuye: «¡Dios no juega a los dados!»

Ésta es también la razón por la que todo en su conjunto aún se trata de manera mecanicista y reduccionista. Muchos científicos se sienten incómodos con el «principio de incertidumbre» y tienen dificultades para comprender los complicados principios que subyacen a la teoría cuántica expresados en sus ecuaciones. Por lo tanto, o desconocen sus implicaciones más amplias para la ciencia o están luchando por incorporar estas nuevas ideas en un marco convencional existente. Los experimentos habían probado la existencia de este principio de conexión, este campo de fuerza vital autogenerado, desde el principio pero fue ignorado como irrelevante para las aplicaciones prácticas de la ciencia y se dejó fuera de las ecuaciones. Ahora los científicos interesados en las implicaciones filosóficas de la teoría cuántica están llamando la atención sobre ella.

Incluso antes de que los hallazgos de la nueva visión del mundo se filtraran en nuestra conciencia, muchos de nosotros sentimos instintivamente que había algo que faltaba en esta forma dualista, mecanicista y determinista de ver al ser humano. Nos hizo sentir incompletos, con un vacío interior. Muchos miraron sin éxito al mundo en busca de cosas y personas para llenar ese vacío, para que pudiéramos estar completos. La visión cuántica de la realidad nos hizo darnos cuenta de que no nos falta nada; somos una parte integral del todo, tanto con nuestra mente racional como con la parte intuitiva y espiritual de nuestro ser cuya existencia pretendían que olvidáramos.
Por ello, la meditación es tan importante a este respecto. La meditación nos ofrece una vía para experimentar realmente esta integridad y conexión. Se convierte en una realidad experimentada y no sólo en una suposición intelectual. Nos damos cuenta de la verdad del dicho de San Pablo de que «nos movemos y tenemos nuestro ser» en este mar de energía que llamamos Cristo. A través de Él, la humanidad y sus acciones están íntimamente relacionadas y son corresponsables de todo el Cosmos. Esta cosmovisión nos hace profundamente conscientes de que también nosotros tenemos un significado, un profundo sentido.

Kim Nataraja (Adaptado del libro “Bailando con tu sombra”).
Traducido por WCCM España