
Primer Domingo de Adviento 28 de Noviembre de 2021 Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación. Guardaos de que no se endurezcan vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan la faz de la tierra. Estad en vela, orando todo el tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis permanecer de pie delante del Hijo del hombre”. Entre otras cosas, los Evangelios son una gran obra de arte. De hecho, son una suprema obra de arte espiritual. Como todo arte, reflejan lo que sentimos nosotros seres humanos e iluminan estos sentimientos con percepciones transformadoras. Tenemos la impresión de que los Evangelios nos conocen antes de que los leamos. Traen al campo de la conciencia lo que normalmente permanece en las fronteras no verbales y no imaginadas. Si los escuchamos sabiamente hacen visible lo invisible y lo hacen visible mediante la interacción con nuestra interpretación. Ni son mágicos ni nos tratan como a niños pequeños. Si simplemente tomamos las palabras y las imágenes al pie de la letra, nos perdemos la oportunidad de mirar entre bastidores y, como el profeta Daniel, de “contemplar las visiones de la noche”. Aprovechemos las próximas cuatro semanas para encontrarnos con estas fuerzas de sabiduría que llamamos evangelios de una manera renovada y más íntima. Según comenzamos el Adviento, un tiempo reservado por la antigua sabiduría litúrgica para prepararnos para la celebración auténtica de la Navidad, se nos presentan en primer lugar una serie de profecías apocalípticas. Hoy en día, nos hemos acostumbrado a mensajes que parecen derrotistas y agoreros en relación con las predicciones acerca del cambio climático, la corrupción financiera, las guerras y las tragedias que sufren las familias de refugiados, utilizados despiadadamente como objetos de políticos y traficantes. Las palabras de Jesús en este Evangelio del primer domingo de Adviento describiendo un día de juicio final nos resultan aun mas escalofriantes. Muchos cristianos las interpretan erróneamente como predicciones -que no son lo mismo que profecías- y las toman literalmente. Y lo hacen a pesar de que Jesús, hablando como culminación del linaje de los profetas bíblicos, se refiere a cosas que suceden en todas las épocas. Echad un vistazo a las noticias de hoy. Quizás la tendencia a tomarlas literalmente revela un miedo a lo que realmente significan. Ilustran el sentido de mortalidad de cada ser humano así como el terror que surge de un mundo en constante cambio sobre el que tenemos poco control. Es más fácil convencerse a uno mismo de que el mundo arderá en llamas mañana que vivir en paz con el hecho de que cualquiera de nosotros podría fallecer antes de que termine el día de hoy. Sin embargo, estas profecías ni son sensacionalistas ni pretenden infundir el miedo. Al contrario, nos imponen el requerimiento de estar despiertos, en alerta, rechazando el libertinaje de la distracción dañina y descubriendo la realidad escondida pero siempre presente de la oración continua. Mirad al interior, no arriba hacia el cielo. Estad presente en el presente que está presente, en lugar de imaginar el mañana. El ‘Camino’ del Evangelio no consiste en vivir con miedo y estremecimiento. Se trata de reconocer cuándo somos manipulados por el miedo, desde nuestro inconsciente o desde los medios de comunicación social, y escoger el camino de la ‘liberación’ en su lugar. El verdadero Fin es esta liberación del miedo al fin. Permitidme sugerir una habilidad para aprender cada semana del Adviento. Esta semana podría ser la de proteger a nuestro corazón y a nuestra mente del miedo y su progenie, exponerlo y danzar libremente sobre él. Laurence Freeman, OSB Traducido por WCCM España |