Cuarta semana de Adviento 2021
María partió y fue tan rápido como pudo a una ciudad en la región montañosa de Judá. Fue a la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Tan pronto como Isabel escuchó el saludo de María, el niño saltó en su vientre e Isabel se llenó del Espíritu Santo. Ella dio un gran clamor y dijo: «De todas las mujeres, tú eres la más bendita, y bendito es el fruto de tu vientre. ¿Por qué debería ser honrada con la visita de la madre de mi Señor? En el momento en que tu saludo llegó a mis oídos, el niño en mi vientre saltó de alegría. Sí, bienaventurada la que creyó que se cumpliría la promesa que le había hecho el Señor” (Lc 1, 39-45).
Imagínate cómo estas pocas palabras que describen la Visitación han inspirado a tantos artistas, músicos y poetas durante los últimos dos mil años. Como lo hizo la descripción evangélica de la Anunciación (celebrada el 25 de marzo) que abre la historia que, a partir de la concepción de Jesús, alcanza su punto culminante nueve meses después. Las palabras nos dan detalles desnudos, pero lo suficiente para despertar nuestra imaginación creativa más profunda a la vida y el asombro.
No la fantasía de la imaginación que sirve a nuestros impulsos escapistas. No las distracciones caprichosas en el flujo de imágenes y escenas que cambian

No leemos estas historias como leemos revistas o vemos Netflix. Somos atraídos hacia ellas para que revelen la verdad ya presente y estamos listos para ser despertados dentro de nosotros mismos. A través de uno de nuestros cinco sentidos físicos, Pontormo interpreta esta verdad en el color, la forma y la sensación inmediata de ser tocados.
El encuentro de la mujer joven y la mujer mayor, ambas embarazadas, sus mundos interiores tocándose a través de su abrazo sensible. El centrarse en el otro de su mirada en los ojos y el alma del otro. Sus asistentes o amigas, también una más joven y la otra mayor, se erigen como sus reflejos en el mundo cotidiano.
Es uno de esos encuentros que todos hemos tenido y que no se desvanecen. Permanecen en la galería permanente de la historia única de nuestra vida. Los recordamos por el resto de nuestras vidas, llenos de una promesa y una esperanza que no pueden defraudar. Es posible que no hayamos podido creer en ellos o entenderlos en ese momento, pero pueden dar origen a una amistad o incluso a una forma de vida que, debido a que está arraigada en la base de nuestro ser, crece continuamente como parte de nosotros mismos. La imaginación espiritual puede mediarlos en palabras o imágenes, pero nunca puede expresar completamente su verdad o belleza. En la meditación somos más uno con ellos.
Laurence Freeman OSB