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![]() Una de las correspondencias más importantes que hemos observado entre las enseñanzas de los Padres y Madres del Desierto, La Nube del No Saber, el Maestro Eckhart y John Main es el énfasis en el abandono de los pensamientos e imágenes ego-céntricos para así acceder a nuestra naturaleza auténtica en Cristo. Esta conciencia de que somos mucho más de lo que pensamos nos sobreviene como una revelación que nos es dada por la gracia. El Maestro Eckhart denominó este momento “El nacimiento de Cristo en el alma”. John Main, en su libro “Anhelo de Profundidad y Sentido” cita al místico alemán Silesius al decir “puede que Jesús naciese en Belén, pero eso no nos sirve de nada a no ser que nazca en nuestros corazones (…). Ese es el único propósito de la meditación cristiana (…). Nuestros corazones tienen que prepararse para él … debemos dejar ir todo lo demás, para que haya espacio para Él en nuestros corazones.” Esa es nuestra tarea: con la ayuda del mantra, dejamos de prestar atención a los pensamientos ego-céntricos que, de una u otra forma, tienen que ver con las necesidades de supervivencia de nuestra vida – la necesidad de amor, seguridad, estima, poder, control y placer, tal y como hemos explorado ya en otras Enseñanzas Semanales. Estas necesidades son perfectamente legítimas pero, si han sido satisfechas sólo parcialmente, pueden estar dirigiendo nuestros pensamientos, deseos y acciones ‘demoníacamente’ desde el inconsciente personal en busca de compensaciones. Nuestra preocupación por satisfacer estas necesidades puede acabar llenado nuestra mente de tal manera que haya “espacio para Él en nuestros corazones.” Sólo cuando permitimos que estos pensamientos se disipen en un segundo plano y no les prestamos atención alguna, podemos “poner nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente en Dios” (Mt 22, 37). Con la gracia, podremos saltar entonces a un diferente nivel espiritual de conciencia y a una transformación de nuestro ser integral, influenciado por el amor Divino, que es la base y la esencia de nuestro yo auténtico. Esta transformación a su vez sana e influye en nuestras relaciones con nosotros mismos, con los demás, y con la Creación. En términos cristianos, nos dice San Pablo (2 Cor 4, 6): “Pues el mismo Dios que dijo: ‘De las tinieblas se haga la luz’, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en el rostro de Cristo.” Para John Main, y para todos los que estamos en la Comunidad Mundial, la meditación no hace conscientes de esta Luz y Gloria Divinas en nuestro interior. Al repetir nuestro mantra, “aprendemos a retroceder … a distanciarnos de nuestro ego-centrismo” y somos conducidos al silencio, a la quietud, a la simplicidad, a la humildad y a la experiencia en sí de la Luz y Gloria Divinas en nuestro interior. John Main enfatiza que “La primera responsabilidad de nuestra vida es … Ser completamente humanos: regresar a nuestro propio centro y vivir de nuestra propia profundidad … Ahí descubrimos que al estar reconectados con nuestro propio centro nos reconectamos con todos los centros. El hombre o mujer verdaderamente espiritual aprende a vivir en armonía consigo mismo y a vivir en armonía con toda la creación. Estar en el propio centro es estar en Dios. Esta conexión, este ser uno de la humanidad, la creación y la Divinidad que John Main enfatiza es también el mensaje de la “Nube del No Saber”, del Maestro Eckhart y de todos los místicos. En su libro “Una Palabra hecha Silencio”, John Main reitera la importancia de ser conscientes de la conciencia de Jesús en nuestro interior: “La presencia de Jesús en nuestro interior, Su Santo Espíritu, nos llama a hacernos completamente conscientes de este nivel de nuestro ser. En un abrir y cerrar de ojos despertamos a nuestro ser, al espíritu que habita en nosotros y, por ello, a la conciencia de la comunión con Dios mismo que estamos llamados a compartir.” Cuán diferente sería el mundo en el que vivimos si todos recorrieran el camino a su propio centro en sus diferentes formas y tradiciones. Como Thomas Merton explica al relatar su experiencia espiritual en un concurrido cruce de Louisville: “Entonces parecía como, si de repente, viese la belleza secreta de sus corazones, la profundidad de sus corazones donde ni el pecado, ni el deseo, ni el auto-conocimiento pueden alcanzar el núcleo de su realidad … ví la persona que cada uno es a los ojos de la Divinidad. Ojalá pudiesen verse tal y como son de verdad. Ojalá pudiesen verse unos a otros de esa manera todo el tiempo. No habría más guerras, ni más odio, ni más crueldad, ni más ambición.” Kim Nataraja Traducido por WCCM España |