Enseñanzas Semanales

Enseñanza 30, ciclo 5

Transformación, esencia de la Meditación
Una de las correspondencias más importantes que hemos observado entre las enseñanzas de los Padres y Madres del Desierto, La Nube del No Saber, el Maestro Eckhart y John Main es el énfasis en el abandono de los pensamientos e imágenes ego-céntricos para así acceder a nuestra naturaleza auténtica en Cristo. Esta conciencia de que somos mucho más de lo que pensamos nos sobreviene como una revelación que nos es dada por la gracia.
El Maestro Eckhart denominó este momento “El nacimiento de Cristo en el alma”. John Main, en su libro “Anhelo de Profundidad y Sentido” cita al místico alemán Silesius al decir “puede que Jesús naciese en Belén, pero eso no nos sirve de nada a no ser que nazca en nuestros corazones (…). Ese es el único propósito de la meditación cristiana (…). Nuestros corazones tienen que prepararse para él … debemos dejar ir todo lo demás, para que haya espacio para Él en nuestros corazones.”
Esa es nuestra tarea: con la ayuda del mantra, dejamos de prestar atención a los pensamientos ego-céntricos que, de una u otra forma, tienen que ver con las necesidades de supervivencia de nuestra vida – la necesidad de amor, seguridad, estima, poder, control y placer, tal y como hemos explorado ya en otras Enseñanzas Semanales. Estas necesidades son perfectamente legítimas pero, si han sido satisfechas sólo parcialmente, pueden estar dirigiendo nuestros pensamientos, deseos y acciones ‘demoníacamente’ desde el inconsciente personal en busca de compensaciones.
Nuestra preocupación por satisfacer estas necesidades puede acabar llenado nuestra mente de tal manera que haya “espacio para Él en nuestros corazones.” Sólo cuando permitimos que estos pensamientos se disipen en un segundo plano y no les prestamos atención alguna, podemos “poner nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente en Dios” (Mt 22, 37). Con la gracia, podremos saltar entonces a un diferente nivel espiritual de conciencia y a una transformación de nuestro ser integral, influenciado por el amor Divino, que es la base y la esencia de nuestro yo auténtico. Esta transformación a su vez sana e influye en nuestras relaciones con nosotros mismos, con los demás, y con la Creación. En términos cristianos, nos dice San Pablo (2 Cor 4, 6): “Pues el mismo Dios que dijo: ‘De las tinieblas se haga la luz’, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en el rostro de Cristo.”
Para John Main, y para todos los que estamos en la Comunidad Mundial, la meditación no hace conscientes de esta Luz y Gloria Divinas en nuestro interior. Al repetir nuestro mantra, “aprendemos a retroceder … a distanciarnos de nuestro ego-centrismo” y somos conducidos al silencio, a la quietud, a la simplicidad, a  la humildad y a la experiencia en sí de la Luz y Gloria Divinas en nuestro interior. John Main enfatiza que “La primera responsabilidad de nuestra vida es … Ser completamente humanos: regresar a nuestro propio centro y vivir de nuestra propia profundidad … Ahí descubrimos que al estar reconectados con nuestro propio centro nos reconectamos con todos los centros.
El hombre o mujer verdaderamente espiritual aprende a vivir en armonía consigo mismo y a vivir en armonía con toda la creación. Estar en el propio centro es estar en Dios. Esta conexión, este ser uno de la humanidad, la creación y la Divinidad que John Main enfatiza es también el mensaje de la “Nube del No Saber”, del Maestro Eckhart y de todos los místicos. En su libro “Una Palabra hecha Silencio”,  John Main reitera la importancia de ser conscientes de la conciencia de Jesús en nuestro interior: “La presencia de Jesús en nuestro interior, Su Santo Espíritu, nos llama a hacernos completamente conscientes de este nivel de nuestro ser. En un abrir y cerrar de ojos despertamos a nuestro ser, al espíritu que habita en nosotros y, por ello, a la conciencia de la comunión con Dios mismo que estamos llamados a compartir.”
Cuán diferente sería el mundo en el que vivimos si todos recorrieran el camino a su propio centro en sus diferentes formas y tradiciones. Como Thomas Merton explica al relatar su experiencia espiritual en un concurrido cruce de Louisville: “Entonces parecía como, si de repente, viese la belleza secreta de sus corazones, la profundidad de sus corazones donde ni el pecado, ni el deseo, ni el auto-conocimiento pueden alcanzar el núcleo de su realidad … ví la persona que cada uno es a los ojos de la Divinidad. Ojalá pudiesen verse tal y como son de verdad. Ojalá pudiesen verse unos a otros de esa manera todo el tiempo. No habría más guerras, ni más odio, ni más crueldad, ni más ambición.”
Kim Nataraja
Traducido por WCCM España
Enseñanzas Semanales

Enseñanza 28, ciclo 5

Maestro Eckhart y Nuestro Centro Divino

Para entender el énfasis que ponía el Maestro Eckhart en el «desapego», es importante tener en cuenta la distinción que hacía de las dos formas del ser que hemos explorado anteriormente. Primero habla del «ser individual», del que enfatiza su temporalidad y su exposición continua al cambio; hoy lo llamaríamos el «ego», el yo superficial. Pero la forma más importante que poseemos es la de nuestro «ser verdadero», que es la idea de nosotros mismos tal como ya existía en la mente de Dios antes de la creación. Ésta es nuestra esencia divina, nuestra «chispa», que es, por tanto, eterna e inmutable.

Una consecuencia inevitable de ser creados es que nos centramos únicamente en nuestro «ser individual», temporal y siempre cambiante; esta obsesión puede ocultar totalmente nuestro «verdadero ser». Olvidamos nuestro verdadero origen y destino. El Maestro Eckhart considera pues esencial que desarrollemos una visión clara, desapegándonos de nuestra preocupación obsesiva por nuestro yo material y su entorno.

Es en este nivel en el que hacemos a Dios a nuestra imagen: «Por tanto, pido a Dios que me libere de Dios, porque mi ser real está por encima de Dios, si tomamos a Dios como el principio de las cosas creadas». Esta es una de las declaraciones audaces que le crearon problemas. Podríamos interpretar esta expresión de la siguiente manera: «Por tanto, ruego a la Divinidad que me libere de mis imágenes de Dios, porque Él y mi verdadero ser son más que mis imágenes». El énfasis está en recordar nuestra «chispa divina», que es «el templo de la Divinidad», que consiste, por tanto, en la misma sustancia que la Divinidad y, por tanto, superior a cualquier cosa creada. «De manera similar, a menudo he dicho que hay algo en el alma que está estrechamente relacionado con Dios que es uno con él y no solo que está unido a Él… Es una unidad y una unión pura».

Muchos pensadores cristianos primitivos compartieron la opinión del Maestro Eckhart de que todas las imágenes de Dios, creadas ya sea por amor o por miedo, no tienen relevancia, incluso en cierto modo estamos siendo blasfemos. Seguimos aquí fuertemente la tradición apofática de que cualquier imagen de Dios menosprecia a Dios. No es sólo la imagen de Dios lo que nos ciega a la Verdad, sino también la tendencia a ver todo desde nuestro punto de vista, equiparando nuestros patrones con los patrones de Dios: «Si digo que Dios es bueno, eso no es cierto. Dios no es bueno. Yo soy bueno. Y si digo que Dios es sabio, no es verdad. Yo soy más sabio que él «. Nuestras ideas de ‘bueno’ y ‘sabio’ de ninguna manera pueden describir las cualidades de Dios.

Eckhart expresó con valentía la imposibilidad que existe para nosotros de describir a Dios y sus cualidades, y ello resulta muy molesto a quienes solo escuchan sus ideas preconcebidas. Más aún, él está hablando desde una perspectiva bastante diferente a la de sus críticos. La suya es la visión unitiva de una profunda experiencia espiritual, donde todo es Uno, «Verdaderamente tú eres el Dios escondido, en la esencia del alma, donde la esencia de Dios y la esencia del alma son una única esencia».

Nuestras imágenes de Dios son vistas por el Maestro Eckhart como la consecuencia de nuestras imágenes de nosotros mismos y de aquello que es importante para nosotros, lo cual afecta de manera significativa nuestra relación con Dios. Además, nos mantienen enfocados en el Dios ‘externo’, que sentimos que podemos nombrar y por lo tanto controlar, pero el Maestro Eckhart insiste: «Dios no es esto, ni aquello». Es muy crítico con estas imágenes y con la mentalidad utilitarista que exhiben, y sabe que son el principal obstáculo en el camino espiritual. Su reacción debe verse, además, en el contexto de su época, la Edad Media, cuando las obediencias religiosas penetraban todos los aspectos de la vida, haciendo todo sagrado. Por poner un ejemplo de esto, recordamos una historia sobre Henry Suso, un místico profundo que, al comerse una manzana, solo come tres cuartos pelados, los dedica a la Trinidad y el último cuarto no lo pela, en memoria de Jesús de niño, pues la mayoría de los niños pequeños no se habrían molestado en pelar una manzana.

En sus devociones externas y en las disciplinas religiosas, la gente también tendía a ser demasiado escrupulosa. Para contrarrestar eso, el Maestro Eckhart enseñó: «Hay quienes están apegados a sus propias penitencias y ejercicios externos, que parecen importantes para la gente. ¿Dios ayuda a quienes tienen la verdad divina en tan baja estima? Tales personas tienen una imagen externa que les califica de santos; tienen gran estima a los ojos de los hombres que no conocen nada mejor, pero yo digo que son burros que no entienden la Verdad Divina».

El Maestro Eckhart sigue firmemente la tradición apofática y, en cambio, enfatiza la importancia de la atención interior a lo Divino, como también hemos escuchado en las Sagradas Escrituras, en las enseñanzas de John Main y en “La nube del no saber”: «Mantén la mente fija en Dios». Sumado a eso, cualquier experiencia de la Presencia nunca puede ser nuestro logro, sino un acto de Gracia. Todo lo que tenemos que hacer es abrir nuestra mente a lo Divino: «Solamente Dios debe hacerlo… y tú debes experimentarlo».

Sólo estando verdaderamente desapegados de todas las imágenes e ideas preconcebidas podemos volver a la Divinidad y saborear la pureza de la Divina naturaleza y volvernos totalmente uno: “El ojo con el que veo a Dios es el mismo ojo con el que Dios me ve a mí. Mi ojo y el ojo de Dios son un solo ojo y un solo ver, un solo saber y un solo amar».

Kim Nataraja
Traducido por WCCM España    
Enseñanzas Semanales

Enseñanza 27, ciclo 5


Maestro Eckhart y nuestro Centro Divino
Escuchamos en la obra “La Nube del No-Saber” que lo que tenemos que hacer es orar “con un suave movimiento de amor, deseándolo por sí mismo y no por sus dones”. Encontramos exactamente el mismo consejo para ir soltando nuestros deseos por “sus dones” en los Sermones Alemanes del Maestro Eckhart: “Mientras llevemos a cabo nuestras obras para ir al cielo, simplemente estamos en el camino equivocado … Algunas personas quieren ver a Dios con sus ojos como ven una vaca y amarlo como aman a su vaca: aman a su vaca por la leche y el queso y el beneficio que les da. Así ocurre con las personas que aman a Dios por el beneficio de la riqueza externa o por la comodidad interna. No aman a Dios de forma apropiada cuando lo aman para su propio beneficio. De hecho, os digo la verdad, cualquier objeto que tengas en mente, por bueno que sea, será una barrera entre tú y la verdad más íntima». Aquí encontramos el compromiso del Maestro Eckhart con su principal tema de enseñanza: el desapego. «Quien quiera escuchar la Palabra de Dios debe estar totalmente desapegado». La palabra que usa es «abegeschiedenheit», que significa «ligeramente apartado», creando una distancia entre nosotros, el mundo y nuestras preocupaciones. En lugar de ser arrastrados de acá para allá por las respuestas emocionales de nuestro «ser individual» (como él llama al ego) a lo que nos sucede, debemos mantenernos al margen de la agitación de la vida cotidiana. “Cuando predico suelo hablar de ‘desapego’: es decir, tenemos que estar vacíos de nosotros mismos y de todas las cosas; segundo, que seamos formados de nuevo en ese bien sencillo que es Dios; tercero, que reflexionemos sobre la gran nobleza de nuestra alma, para que así volvamos a maravillarnos de Dios; cuarto sobre la pureza de la naturaleza divina, porque el brillo de la naturaleza divina está más allá de las palabras. Dios es una palabra, una palabra no pronunciada». El desapego de todos los pensamientos egocéntricos – «dejando atrás el yo» – y del mundo material nos llevará a recordar nuestra propia naturaleza divina interior, la “nobleza de nuestra alma», que a su vez nos conducirá a la actitud correcta hacia Dios, «maravillarse de Dios» y al verdadero conocimiento de Su ser esencial: el silencio – «Nada describe a Dios tan bien como el silencio». El Maestro Eckhart sabe por su propia experiencia intuitiva que somos capaces de «descender» a las raíces de nuestro ser para tomar conciencia de la «chispa» Divina y así ser transformados en Cristo, ascendiendo con Él a Dios, en esta vida. John Main comparte la misma experiencia y, por eso, nos dice: «Jesús ha enviado su Espíritu a morar dentro de nosotros, haciéndonos a todos templos de santidad: Dios mismo mora dentro de nosotros». Un aspecto importante de esta potencialidad es el anhelo profundo de la humanidad por Dios, implantado por lo Divino en la «chispa» en el mismo centro de nuestro ser. El apremio de la enseñanza del Maestro Eckhart viene dado por su convicción de la necesidad de que todos seamos conscientes de esta potencialidad: “Cuando un hombre sale de sí mismo para encontrar a Dios o ir en su búsqueda, se equivoca. No encuentro a Dios fuera de mí ni lo concibo excepto como mío y en mí”. El concepto de Dios del Maestro Eckhart, así como el de John Main, es totalmente apofático. No puede quedar atrapado en palabras o imágenes: «Dios no es esto, ni aquello». Sólo puede ser «conocido» en el silencio interior: «Debes percibirlo sin imágenes, sin medios y sin comparaciones». La manera de abrirnos a esta conciencia del Silencio Divino es, por tanto, a través de la oración contemplativa: “Antes de que este nacimiento pueda suceder, debemos estar en paz, no fragmentados por distracciones mundanas, sino unidos y en armonía interior, como el sonido de un acorde mayor, y la mente se aquiete y los sentidos ya no nos preocupen. Este Nacimiento trasciende el aquí y el ahora. Sucede en la eternidad». Sin embargo, este Dios incognoscible vive dentro de nosotros como la «chispa de nuestra alma», la «base de nuestro ser». Ésta es la paradoja última: la Divinidad es el Uno Trascendente más allá del ser pero al mismo tiempo Él es inmanente en la esencia interior del alma. El verdadero conocimiento de Dios se basa en una intuición interior que proviene de esta “parte más recóndita del alma”. John Main comparte la misma percepción intuitiva en su enseñanza: “Sabemos que Dios está íntimamente con nosotros y sabemos también que está infinitamente más allá de nosotros. Sólo a través de un silencio profundo y liberador podremos reconciliar las polaridades de esta misteriosa paradoja… Sabremos entonces que participamos de la naturaleza de Dios”. El Maestro Eckhart llama a este despertar «el nacimiento de Cristo en el alma». Comparte con San Agustín la primacía de esta experiencia, quien dijo: “¿De qué me sirve que este nacimiento de Cristo esté sucediendo siempre si no sucede en mí? Que suceda en mí es lo que importa». El desapego es, por tanto, para el Maestro Eckhart una actitud indispensable en el camino espiritual; es la única forma en que el «Nacimiento de Cristo» puede tener lugar en el alma. Es esta enseñanza la que ha convertido al Maestro Eckhart ciertamente en una guía para nuestro tiempo y explica su interés universal y que sus palabras resuenen con los maestros hindúes, budistas y sufís.
Kim Nataraja
Traducido por WCCM España        

Enseñanzas Semanales

Enseñanza 23, ciclo 5


Oración Mística en el siglo XIV
Hemos visto el florecimiento de la oración mística en los siglos III y IV que resonó en John Main y que le condujo a la forma cristiana de meditación, la forma apofática de oración. Casiano, Evagrio y los monjes Origenistas se dieron cuenta de que lo Divino no puede ser entendido racionalmente o expresado con palabras. Por lo tanto, su forma de oración se llamó «apofática», «más allá de las palabras». De ahí el énfasis en dejar ir las imágenes, las palabras y todas las percepciones sensoriales para llevarnos al Silencio de la oración «pura», donde experimentamos la Presencia Divina.  La agitación política y social y el florecimiento del misticismo parecen ir de la mano. El siglo XIV no fue una excepción: la guerra de los 100 años, el impuesto electoral para financiar las guerras, la revuelta campesina y varios brotes de la peste negra provocaron un terrible sufrimiento y agitación. Además, la Iglesia y el Estado estaban en desacuerdo con dos emperadores elegidos en la guerra, el Papa tuvo que trasladarse de Roma a Aviñón y los franciscanos y dominicos discutían sobre el principio de pobreza.  En esta época caótica, la oración mística y las experiencias espirituales estaban muy extendidas, algunas extáticas y otras apofáticas. En Alemania encontramos místicos como el Maestro Eckhart, Johannes Tauler y Henri Suso. En Inglaterra nos encontramos con Richard Rolle, Walter Hilton, La Nube del No Saber y Juliana de Norwich. El místico flamenco Jan van Ruysbroek y, en Italia, Catalina de Siena, fueron igualmente influyentes.  Realmente, no sorprende que la gente común anhelara una guía espiritual. El resultado de este anhelo popular llevó a Juliana de Norwich, al Maestro Eckhart y al autor anónimo de “La Nube del No Saber” a enseñar en lengua vernácula porque eran muy conscientes de que “Si no se enseña a los ignorantes nunca aprenderán y ninguno de ellos conocerá jamás el arte de vivir y morir. A los ignorantes se les enseña con la esperanza de ser transformados en personas iluminadas» según afirmaba el Maestro Eckhart.  Con la obra “La Nube del No Saber” regresamos a la tradición mística apofática. ¡Resulta irónico que no sepamos quién fue el autor! Es un tratado escrito en inglés como guía para un joven que quería llevar la vida contemplativa de un ermitaño. La vida hermética ejerció un gran atractivo para muchas personas en esta época tan turbulenta, especialmente a raíz del ejemplo y la enseñanza que Richard Rolle plasmó en su famoso libro “El fuego del amor”. El director espiritual del joven estaba muy interesado en contrarrestar la influencia de Richard Rolle al comienzo de su viaje espiritual.  Como correctivo al énfasis de Richard Rolle en las experiencias extáticas y sensuales, el autor de “La Nube del No Saber” enfatizó que para conocer a Dios teníamos que dejar de lado todas las experiencias, pensamientos e imágenes. En otras palabras, él estaba abogando por la «vía negativa», la oración apofática. Resaltó que efectivamente encontramos a Dios en la experiencia del Amor más allá de cualquier imagen o experiencia sensual ordinaria. El autor de » La Nube del No Saber » hizo hincapié en el amor de forma poética expresando bellamente que deberíamos «atravesar el corazón de Dios con un dardo llameante de amor».  El hermano Patrick Moore, en su contribución al Capítulo sobre “La Nube del No Saber” del libro “Viaje al Corazón”, señala que hay dos influencias principales en la obra anónima: la de Dionisio el Areopagita y la que ejercieron los dominicos, especialmente las enseñanzas del Maestro Eckhart. Moore lo expresa así: “Es importante comprender el contexto en el que escribió el autor de “La Nube del No Saber”, especialmente porque volverán a plantearse las ideas expresadas en “Hidden Divinity or Mystical Theology”, obra influyente escrita alrededor del año 500 por un monje que se hacía llamar Dionisio el Areopagita.  Durante mil años, los cristianos occidentales creyeron que Dionisio tenía autoridad en las Escrituras. Se presumía que era el famoso converso de Pablo en Atenas, Dionisio el Areopagita, mencionado en los Hechos de los Apóstoles. Ahora se le conoce como Pseudo-Dionisio para distinguirlo del verdadero Areopagita. El autor fue en realidad un monje sirio que recogió la cosmovisión neoplatónica, que hablaba del alma que asciende a Dios por experiencia directa.  Dionisio fue el primero en exponer lo que se han convertido para nosotros las conocidas etapas del viaje místico: purga, iluminación y unión. Podemos ver su influencia en el autor de “La Nube del No Saber” cuando nos habla de la unión como «ser uno solo con Dios «. Escuchamos al autor de esta obra decir: “Por eso dijo San Dionisio, “el conocimiento más divino de Dios es el que se conoce por ignorancia”. De hecho, cualquiera que lea las obras de Dionisio encontrará que claramente respalda todo lo que he dicho, o diré, de principio a fin”. (“La Nube del No Saber” cap. 70).  La segunda influencia importante procedía de los dominicos, especialmente del Maestro Eckhart. Entre la audiencia del Maestro Eckhart había muchas beguinas, en Renania y en otros lugares próximos, que se habían unido en comunidades para apoyarse mutuamente y ayudar a quienes las rodeaban sin querer unirse a una orden religiosa establecida. Sabemos que también había beguinas en Norwich al mismo tiempo que se estaría escribiendo “La Nube del No Saber”, que oirían hablar de sus enseñanzas.  La próxima semana exploraremos la enseñanza de “La Nube del No Saber” y las similitudes con algunas de las enseñanzas del Maestro Eckhart, todas ellas en consonancia con las enseñanzas que transmitió John Main. 

Kim Nataraja
Traducido por WCCM España      
Noticias de la Comunidad

Meditaciones de Adviento

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Tres charlas dirigidas por el poeta y profesor de teología histórica, Mark Burrows.
En Inglés con interpretación simultánea al español  

Esta afirmación del apóstol Pablo – «llevamos este tesoro en recipientes de barro» (2 Cor. 4: 7) – es una que necesitamos en tiempos como estos. Es una promesa de Adviento, y una que parece apta en una temporada de pandemia, ya que –como el apóstol continúa diciendo– esto nos recuerda «que este extraordinario poder pertenece a Dios y no viene de nosotros». Las charlas que darán forma a esta serie de tres partes exploran la profunda sabiduría del místico del siglo XIV, Meister Eckhart, un pensador radical que escribió al margen de las convenciones teológicas de su época.
El tema se centra en los poemas meditativos publicados en dos libros recientes: Meister Eckhart’s Book of the Heart: Meditations for the Restless Soul (2017) y Meister Eckhart’s Book of Secrets: Meditations on Letting Go and Finding True Freedom (2019), ambos co-escritos con Jon M. Sweeney.   
Fecha: Miércoles 2, 9 y 16 de diciembre, 2020.  
Hora
2 PM CDMX       
3 PM Bogotá/Lima/Quito        
4 PM Caracas        
5 PM Buenos Aires/Montevideo/Asunción        
9 PM Madrid
Vía Zoom
Gratuito con inscripción previa y aporte voluntario.
Inscríbete aquí: http://tiny.cc/adv20  
Este evento es posible gracias al apoyo de las comunidades de México y Colombia.
Aporte voluntario  
Informes:  gparrodi@wccm-mexico.org
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Mark S. Burrows es un erudito en teología histórica, enseñó en escuelas teológicas de postgrado en los EE.UU. durante 25 años antes de aceptar una cátedra de religión y literatura en una universidad alemana en 2012. Es oblato de la Abadía de Glastonbury, un monasterio benedictino cerca de Boston, Massachusetts, y fue ordenado al ministerio de la enseñanza en la Iglesia Unida de Cristo.
También es poeta y traductor premiado de literatura alemana. Recientemente se ha retirado de la enseñanza universitaria y actualmente enseña en la Escuela Watershed en Camden, Maine, donde vive con su esposa y su cachorro Springer Spaniel. Sus volúmenes más recientes de poemas, The Chance of Home, fueron publicados en 2018 por Paraclete Press. En la última década ha dirigido eventos en el Centro Meditatio de la WCCM en Londres y recientemente dirigió un retiro de cinco días sobre Eckhart para la comunidad en Bonnevaux en junio de 2020.
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Meister Eckhart’s Book of Secrets: Meditations on Letting Go and Finding True Freedom Jon M. Sweeney, Mark S. Burrows, et al.  
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Meister Eckhart’s Book of the Heart: Meditations for the Restless Soul Jon M. Sweeney y Mark S. Burrows   
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The Chance of Home: Poems (Paraclete Poetry) Mark S. Burrows