Noticias de la Comunidad

Vida en el Espíritu

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Amigas y amigos: les compartimos adjunto el video con las reflexiones del P. Stefano Cartabia sobre Vida en el Espíritu, ofrecidas el sábado 30 de mayo, en vísperas de la fiesta de Pentecostés.

Agradecemos al P. Stefano estas inspiradoras reflexiones.

Para escucharla entrar en el siguiente link:

https://youtu.be/AP05BayL7II

P. Laurence Freeman OSB

Reflexiones de Cuaresma: miércoles de la tercera semana de Cuaresma.

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En la última guerra, mientras Inglaterra esperaba ser invadida como lo habían sido otros países europeos, el gobierno tomó medidas para dificultar al enemigo las cosas para cuando llegaran. Utilizaron el camuflaje en las instalaciones costeras, crearon una Guardia Nacional de ancianos y niños con rifles anticuados, de los que los ingleses de hoy en día todavía sienten nostalgia; y quitaron todas las señales de tránsito.

Es curioso que el poderoso ejército alemán se haya visto seriamente obstaculizado por no saber si girar a la derecha o a la izquierda ante un cruce de la campiña inglesa.

Cuando leí sobre esto, pensé que reflejaba el sentimiento que tenemos en todo camino de fe – como comenzar un matrimonio, comenzar una nueva comunidad, terminar de escribir un libro o educar a nuestros hijos. Todos estos son caminos en los que la fe, el compromiso personal y la confianza, deben profundizarse en cada momento. Y es así, que a menudo no encontramos señales que nos indiquen claramente que estamos en el camino correcto o qué rumbo correcto tomaremos. A veces las señales están ahí, pero no son muy útiles: como la vez que mi capacidad de decidir pareció paralizarse. Estaba conduciendo desde la isla de Bere a Cork. Llegué a una bifurcación del camino. Había una señal. Pero en un lado indicaba a la izquierda diciendo «Cork» y en el otro a la derecha diciendo «Cork».

En el ámbito espiritual, el camino en sí mismo lo es todo. Cuanto más profundamente nos adentramos en el silencio y dejamos ir las palabras, los pensamientos y la imaginación, como hacemos con el mantra, hay menos signos convencionalmente tranquilizadores. Simplemente está el camino, la forma en que estamos caminando. Y andando, damos el siguiente paso. Al principio, protestamos por la ausencia de garantías y la reconfirmación de nuestra dirección. Nuestros sentidos de dirección y confianza están cuestionados o son confusos.

Lentamente nos damos cuenta de que el camino en sí mismo es la garantía. Aparece una sensación de alivio de que hay un camino, a través de la selva, a través del laberinto de opciones que abruman a la gente hoy en día. Lo hemos encontrado. Existe una gran diferencia que cambia la vida cuando nos damos cuenta de que estamos en camino. Podemos sentir, también, que él nos ha encontrado, porque hay una sensación, que viene del propio camino, de que estamos siendo conducidos por una conexión directa e íntima con él. Nos conoce mejor de lo que nosotros lo conocemos. La conexión es simplemente el hecho de que estamos recorriendo el camino, siempre dando el siguiente paso. Tú no me elegiste a mí, yo te elegí a ti… yo soy el Camino. Este sentido pertenece únicamente a la dimensión espiritual. Este nos permite seguir aquellos tramos del camino que no tienen ninguna señal.

Todo esto puede sonar raro y poco práctico. La señal que es real se lee en la vida cotidiana, en los caminos paralelos de la acción y en la toma de decisión. En los asuntos materiales hay decisiones difíciles de tomar con insuficiencia de tiempo o de información. La fe de nuestro viaje interior es sorprendentemente útil aquí. No entramos en pánico, cuando hay que esperar y soportarlo. Cuando tomamos una decisión tenemos más claridad y hacemos la mejor elección que podemos. Confiamos. Si resulta que nos equivocamos, nos ajustamos a una dirección otra vez.

Si somos fieles en los asuntos profundos del viaje interior también seremos más fieles en los asuntos materiales de la vida.

 

Laurence Freeman O.S.B.

Traducción: Eduardo de la Fuente, WCCM Argentina

 

 

P. Laurence Freeman OSB

Reflexiones de Cuaresma 2020: viernes de la primera semana de Cuaresma.

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Los adultos que sobreviven el abuso infantil suelen contar que desarrollan un mecanismo de supervivencia para hacer frente a la situación cuando el abuso recurrente está a punto de repetirse. Escuchar los pasos por el pasillo y una puerta que se abría pronto les causaría la separación de su cuerpo, pues esta separación les permitía enfrentar el terror, el asco y la vergüenza. Imaginar que flotaban en un rincón del techo, y que miraban hacia abajo para ver lo que le pasaba a alguien que no era realmente ellos era su única forma de escapar.

En ese entonces funcionaba, pero la solución se convirtió en un problema más adelante cuando se dieron cuenta de que ahora no se sentían reales y de que nunca se personificaron con aquellos con quienes se relacionaban. El miedo, la distancia, un irracional e inquebrantable sentimiento de autoenajenación los acompañaron y causaron estragos en todos los aspectos de sus vidas.

Ahora se reconoce ampliamente la crueldad con la que el abuso en la infancia influye y distorsiona la vida futura, después de milenios de creer que los niños simplemente lo superaban a medida que crecían. La retorcida percepción de uno mismo como víctima culpable en las situaciones cotidianas, arrebata las alegrías y maravillas ordinarias de la aventura de la vida en cada uno de sus capítulos.

Con todo, en el corazón de esa aventura está el proceso de curación. Dentro de él, la gracia llega de manera impredecible, a menudo cuando la situación está a punto de volverse intolerable. La gracia puede manifestarse en una conversación que se oye por casualidad, una palabra que se deja caer en el silencio, una mirada, un libro, un almendro en flor temprana contrarrestado por la luz del sol en un frío día de primavera. O en una persona. La gracia no usa la fuerza, aunque es poderosa. No erosiona más nuestra ya limitada libertad, aunque es, gradualmente, irresistible. Cuando la rechazamos porque nos expone un dolor que preferimos reprimir, recuerdos que no podemos llamar plenamente a la conciencia, la gracia no se ofende ni nos desprecia. Expresa un amor mucho más profundo que eso.

En el desierto de nuestro corazón, «donde comienza la fuente de la curación», la gracia brota, traspasa las capas más densas del dolor y del miedo a la realidad. Todo lo que nos pueda llevar a este desierto, donde ocurren los verdaderos encuentros, es sagrado. Para la persona que medita esta simple entrada en el desierto es un descubrimiento incesante y siempre inquietante. Se inicia un largo proceso de abandono y una reevaluación transformadora de todo el mapa de nuestra vida que hayamos construido.

Por supuesto, los frutos de la meditación nos guían a las otras fuentes de gracia y curación que necesitamos: el lugar seguro donde se puede compartir la vergüenza, la sensación de que las personas que, a pesar de su propia debilidad, pueden canalizar una intimidad que parecía perdida para siempre, de que el salvador con el que fantaseaban no existe. Pero el salvador que te conoce y ha conocido tu propio dolor, te está moviendo suavemente hacia una nueva vida.

 

Laurence Freeman OSB

Traducción: Elba Rodríguez (WCCM Colombia)

 

 

P. Laurence Freeman OSB

Reflexiones de Cuaresma: martes de la primera semana de Cuaresma

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La Cuaresma se entiende mejor como el aprendizaje no sólo de aquello que queremos sino de lo que realmente queremos. A veces, es difícil saber lo que es. A menudo conseguimos lo que queremos y descubrimos que no es lo que pensábamos y que nos hemos dejado engañar por una falsa voluntad, un deseo débil. Podemos pasar muchas décadas adictos a cosas que realmente no queremos. Tenemos miedo de que el deseo (por ejemplo, de seguridad, riqueza, estatus, o aprobación) desaparezca.  

 Saber lo que realmente queremos se logra al soltar todo deseo, al menos por unas cuantas respiraciones durante la meditación. En estos tiempos no queremos nada excepto decir la palabra (o mantra) con pura y generosa atención. La práctica externa de la Cuaresma también apoya esto: porque la Cuaresma nos invita, no a castigarnos por nuestros malos actos o fracasos, sino, en cambio, a hacer un esfuerzo para hacer algo que realmente queremos hacer y a desprendernos (o disminuir la influencia) de algo que realmente no queremos hacer. Es bastante fácil identificar esto en algunos de los pequeños elementos de nuestra vida cotidiana. Deberíamos entonces tomar una actitud bastante divertida para poner en práctica estos (verdaderos) deseos.

 La dificultad surge cuando nuestro lado oscuro y autorrechazado se engancha a un pequeño ejercicio ascético. Si la comprensión religiosa está involucrada, esto puede llegar a ser muy desequilibrado. Sería como si alguien que decide ir al gimnasio regularmente para mantenerse en forma, luego se vuelve maniáticamente compulsivo con respecto a su tamaño o peso muscular. En una buena actitud cuaresmal, hacemos lo que realmente queremos (es decir desarrollamos buenos hábitos) y no hacemos lo que no queremos hacer (o  reducimos los malos hábitos) con un esfuerzo serio pero ligero. No se trata de pagar las deudas que hemos acumulado. Tampoco se trata de intentar ser perfectos.  O de compensar los fracasos.

 Las culturas materialistas se equivocan en cuanto a la espiritualidad. La convierten en un estilo de vida preferencial condicionado comercialmente. O bien, exponen la espiritualidad al contagioso estado de ánimo del perfeccionismo compulsivo y el hambre de aprobación que llaman éxito o a veces incluso «bienestar». El falso ascetismo de la religión puede entonces mutar, por ejemplo, y convertirse en la autodestrucción que está creciendo entre los jóvenes de hoy en día. En el pasado, los perfeccionistas religiosos usaban cinturones que los hacían sangrar. Hoy en día muchos se cortan o se queman. Ambas aberraciones son desesperadamente autodestructivas. Son intentos de sentir algo donde nos sentimos sólo entumecidos o muertos o fundamentalmente desconectados. Estos comportamientos están enraizados en falsas ideas sobre el pecado y la gracia, y una extrema separación de la sabiduría de la moderación. 

 Así que las pequeñas cosas que «hacemos en Cuaresma» tienen una buena influencia en el despertar de los valores fundamentales que necesitamos recuperar. Una vida equilibrada, por ejemplo, es esencial para un buen desarrollo humano. No obstante, no puede sostenerse sin el ascetismo, el esfuerzo moderado que hacemos para mantenernos en contacto con nuestra bondad esencial y separar los verdaderos deseos de los falsos. Cuando John Main describió la meditación como «oración pura», dijo que el ascetismo esencial de la vida cristiana es la oración. Él estaba entregando una visión de gran valor para la cultura moderna, que brinda un gran alivio a aquellos que ven lo que eso significa.

 Laurence Freeman O.S.B.

 Traducción: Elba Rodríguez (WCCM Colombia)