Lecturas Semanales

Lectura 50, ciclo 5.


“Muerte y Resurrección”
extracto del libro de John Main OSB “Momento de Cristo” (Nueva York: Continuum, 1998), págs. 68-70.

La meditación nos permite comprender nuestra propia mortalidad. Es la forma de enfocar nuestra propia muerte. Puede ayudarnos porque es el camino que nos conduce más allá de nuestra propia mortalidad. Es el camino que nos lleva a la resurrección, a una vida nueva y eterna, la vida que surge de nuestra unión con Dios. La esencia del Evangelio cristiano es que estamos invitados a esta experiencia ahora, hoy. Todos estamos invitados a la muerte, a morir en nuestra propia importancia, nuestro propio egoísmo, y nuestra propia limitación. Estamos invitados a morir en nuestra propia exclusividad.

Cada vez que nos sentamos a meditar entramos en el eje de la muerte y la resurrección. Lo hacemos porque en nuestra meditación vamos más allá de nuestra propia vida, y de todas sus limitaciones, hacia el misterio de Dios. Descubrimos cada uno de nosotros, por experiencia propia, que el misterio de Dios es el misterio del amor, el amor infinito, el amor que elimina todo temor. Esta es nuestra resurrección. Ascendemos a la plena libertad cuando descubrimos que nuestra propia vida, muerte y resurrección están adecuadamente enfocadas.

La meditación es la gran manera de enfocar nuestra vida en la realidad eterna que es Dios, la realidad eterna que se encuentra en nuestros propios corazones. La disciplina de repetir el mantra, la disciplina del regreso diario por la mañana y por la noche a la meditación tiene este único objetivo supremo: enfocarnos totalmente en Cristo con una agudeza de visión que nos hace vernos a nosotros mismos y a toda la realidad, tal como es. San Pablo dijo dirigiéndose a los romanos:
“Ninguno de nosotros vive, y tampoco ninguno de nosotros muere, solo por sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos por el Señor. Por tanto, ya sea que vivamos o muramos, del Señor somos”.  

Después de la meditación:
de Theodore Roethke, «The Far Field», COLLECTED POEMS
(Nueva York: Doubleday, 1961), pág. 200.  

Aprendí a no temer al infinito.
El campo lejano, los acantilados ventosos de la eternidad,
la muerte del tiempo en la luz blanca del mañana,
la rueda girando lejos de sí misma,
la expansión de la ola,
el agua que viene.  

Carla Cooper

Traducido por WCCM España
Enseñanzas Semanales

Enseñanza 50, ciclo 5



El mensaje Único del Evangelio de Tomás

En muchas ocasiones he mencionado que la perseverancia fiel en nuestra disciplina de la meditación conduce a una transformación total de nuestra visión de la realidad y, en consecuencia, modifica nuestro comportamiento, que pasa de estar centrado en el ego a estar centrado en los demás.

De todos los Evangelios, el Evangelio de Tomás es el que más habla sobre esta transformación. Originalmente se consideró como un evangelio «gnóstico», ya que se descubrió este texto en Nag Hammadi, en 1945 en Egipto, junto con otros escritos «gnósticos» conocidos. De hecho, estaba fusionado con el Evangelio de Felipe, que todavía se sigue considerando «gnóstico». Por esta razón, los cristianos ortodoxos rechazaron el Evangelio de Tomás, calificándolo de «herético», pero los eruditos ahora consideran que es más «apostólico» de lo que al principio asumieron.

Elaine Pagels, historiadora de religiones y, quien amablemente me ha facilitado mucha de la información histórica que incluyo en este texto, ya no considera el Evangelio de Tomás como «gnóstico», como se explora en su libro “Beyond Belief”, ni tampoco lo considera así el ex arzobispo de Canterbury, Rowan Williams.

El Evangelio de Tomás narra frases y dichos de Jesús que formaban parte de la tradición oral vigente en ese momento. Algunos estudiosos creen, por tanto, que no hubo un solo autor (o autores) sino un coleccionista y compilador de los dichos más importantes. La mitad de ellos también se encuentran en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas. No se da ningún detalle sobre la vida de Jesús, ni menciona su crucifixión y resurrección. No hace mención alguna acerca de la naturaleza de Dios. Por ello, se asemeja a la enseñanza del Buda, quien también se centró en lo que deberíamos hacer más que en lo que deberíamos creer. El enfoque del Evangelio de Tomás está puramente orientado a lo que es necesario para volverse completo y consciente de que «el reino de Dios está dentro de ti» y que eres un «hijo de Dios». Es la ignorancia y nuestra obsesión con la dimensión material con sus necesidades y deseos lo que nos oculta esta verdad.

No se conoce con exactitud la fecha en la que estos dichos fueron escritos. Algunos de ellos pueden ser anteriores a los evangelios sinópticos. “Aunque no sabemos dónde se escribió el Evangelio de Tomás, muchos eruditos, al identificar nombres asociados con Siria, piensan que se originó allí” y quizá fuera escrito hacia los años 50 – 100 EC.

El Evangelio de Juan fue considerado «gnóstico» en su época. Aunque el Evangelio de Tomás era más conocido, se incluyó a Juan y se excluyó a Tomás. Elaine Pagels trata de explicar este hecho comparando y contrastando los evangelios de Juan y Tomás: “Es probable que Juan supiera lo que enseñaba el evangelio de Tomás y, quizá, su texto real. Lo que impresionó a los eruditos que compararon estos evangelios es precisamente las muchas similitudes que hay entre ambos.

Tanto Juan como Tomás, por ejemplo, aparentemente asumen que el lector ya conoce la historia básica que Marcos y los demás han narrado. Los dos afirman ir más allá de esa historia y que su propósito es revelar lo que Jesús enseñó a sus discípulos en privado. Juan y Tomás relatan de forma muy similar las enseñanzas de Jesús y ambos identifican a Jesús con la luz divina que nació “en el principio”. Ambos dicen que esta luz primordial conecta a Jesús con todo el universo. Tanto Juan como Tomás caracterizan a Jesús como la propia luz de Dios en forma humana».

La verdadera diferencia entre ambos evangelios es que Juan sugiere que Jesús es único, Dios mismo se reveló en forma humana, el «hijo unigénito» de Dios. Sin embargo, el Evangelio de Tomás afirma que la Luz de Dios no solo brilla en Jesús sino que brilla en todos como una chispa ya que todos fuimos hechos a imagen de Dios. El Evangelio de Tomás nos anima a llegar a «conocer» a Dios intuitivamente al escuchar atentamente los 114 dichos de guía que Jesús da en este Evangelio. Para que crezcamos espiritualmente, Jesús nos anima a dejar ir nuestro apego al plano material y, al hacerlo, a silenciar nuestra atareada mente racional. Solo en ese silencio podemos escuchar la «voz suave y apacible de la calma» que, a través de nuestra inteligencia intuitiva, nuestro corazón y la gracia puede entrar y guiar nuestra transformación.

La razón por la que el evangelio de Tomás “perdió” frente al de Juan sea probablemente debido a este énfasis en el esfuerzo personal, que conduce mediante la gracia a la experiencia real de Dios, en lugar de limitarse a creer. Sin embargo, los místicos cristianos a lo largo de los siglos han recorrido el camino indicado por Tomás y han subrayado que «la imagen de Dios» está dentro de cada uno de nosotros y nos han animado a tomar conciencia de su presencia a través de la oración silenciosa. El hecho de que el Evangelio de Tomás fuera excluido del Canon bien puede explicar por qué la meditación y la contemplación se convirtió en el secreto mejor guardado del cristianismo.

Kim Nataraja
(Adaptado del libro «Viaje al corazón – Capítulo sobre «El Evangelio de Tomás»)

Traducido por WCCM España  
P. Laurence Freeman OSB

Reflexiones de Adviento

 
Aquí en Bonnevaux – en el hemisferio norte – el Adviento comienza en otoño. La Navidad llega durante el oscuro invierno cuando el sol, aunque sea imperceptiblemente, empieza a renacer en el solsticio. Y una y otra vez, el ciclo vuelve a repetirse. El final del año cristiano -y, como todos los finales, también es un comienzo- tiene lugar mientras la mayoría de los árboles está perdiendo su gloria silenciosamente, dejando caer todas sus hojas. Caen una a una, como si fueran estrellas fugaces o almas divinas. La mágica paleta de colores del otoño se difumina en siluetas oscuras de árboles desnudos que contrastan con el cielo de fondo: el arte de la naturaleza en su expresión mas minimalista. En el suelo, las hojas están por todos lados, desparramadas por el viento o descomponiéndose despacio por el efecto del escaso calor que llega del sol. A los gatos les encanta acurrucarse entre las hojas. Y justo en estos momentos, aparece Julián, el jardinero, con su máquina para recoger hojas. Haciendo un ruido enorme -pero ahorrando mucho tiempo y esfuerzo- recoge las hojas en patrones simétricos sobre la hierba, para así poderlas meter en sacos mas fácilmente. La primera lectura de la misa del Domingo me recordó a estas hojas Todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. La lectura de Isaías puede sonar muy negativa para el oído poco entrenado.  Está llena de corazones endurecidos, de ira divina, y de rebelión e impurezas. Sin embargo, no leemos los evangelios solamente para ser consolados. También los leemos para permitir que el filo de la Palabra de Dios rebane nuestros juegos mentales y nuestra arrogancia. Y para que también nos ofrezca un diagnóstico. La Palabra de Dios nos lee, aunque nos creamos que somos nosotros los que estamos leyendo. Menudo alivio sentiríamos si pudiéramos llegar a apreciar que leemos porque estamos siendo leídos y que conocemos porque estamos siendo conocidos. Nos consuela recibir un diagnóstico acertado, uno en el que podamos confiar y que sea coherente con los síntomas que mostramos. Si pudiéramos sentir íntimamente esta interacción con la Palabra, la leeríamos con una mayor profundidad y nos iluminaría aun más.  También es mas fácil de interpretar – por ejemplo, ver “la ira de Dios” simbólicamente. Dios no puede estar “enfadado”. Pero el karma, las consecuencias inevitables de nuestros propios errores, sí puede llegar a parecer como si la ira de alguien estuviera dirigida personalmente hacia nosotros. La crisis ecológica, por ejemplo, es el resultado de un pecado colectivo y un “castigo” impersonal por la avaricia y la profanación de la naturaleza. Al leer las escrituras de esta forma, nos encontramos que en alguna ocasión tenemos que invertir la relación sujeto–objeto, como cuando Isaías le dice a Dios: “escondiste tu rostro de nosotros y nos entregaste al poder de nuestros pecados”. Lo que Isaías realmente nos quiere decir es que escondimos nuestro rostro ante Dios. Al darnos cuenta, la dulce compasión de la Palabra se convierte en un bálsamo: “nosotros la arcilla, Tú el alfarero, somos todos obra de tus manos”. ¿Podéis ahora tener la sensación de haber sido restaurados a vuestra normalidad? El Evangelio de hoy, al principio del Adviento, refuerza este mensaje con gran economía de palabras. Contiene dos mensajes para guiarnos a una buena preparación del acontecimiento de la Encarnación: Uno es “no sabéis” y el otro, “velad”. Velad sin saber. Así es como nos preparamos para reconocer y recibir lo que viene hacia nosotros a la velocidad de la luz, a una velocidad a la que lo que viene hacia nosotros ya se encuentra aquí.  

Laurence Freeman OSB                                  
Bonnevaux, 29 noviembre 2020  
Traducido por WCCM España
Enseñanzas Semanales

Enseñanza Semanal: 30 agosto 2020

EN BUSCA DE LA JOYA PRECIOSA

piedra preciosa

Cité a Laurence Freeman diciendo en una de las enseñanzas de las últimas semanas que, según John Main, la importancia del Jesús de Nazaret histórico fue que «despertó a la conciencia de sí mismo dentro de las limitaciones mortales que todos conocemos». Laurence Freeman continuó para destacar la importancia de este despertar para todos nosotros, como el «despertar único e incluyente de la conciencia humana a su fuente en Dios».

Jesús nos demostró nuestro potencial, pero nos resulta difícil creer en la verdad que nos señalaba. De ahí la importancia cada vez mayor puesta en la enseñanza de John Main, de Laurence Freeman y de los primeros cristianos en el auto-conocimiento, tomando conciencia de este tesoro dentro de nosotros. La experiencia de la oración contemplativa, la meditación, es una gran ayuda en el camino de este descubrimiento.

La siguiente historia ilustra bellamente nuestra condición y necesaria búsqueda:

“En un remoto reino de la perfección, había un monarca justo que tenía una esposa y un hijo y una hija maravillosos. Todos ellos vivían juntos en gran felicidad. Un día el padre llamó a sus hijos ante él y les dijo: «Ha llegado el momento, como lo hacen todos, de ir hacia abajo, a una distancia infinita, a otra tierra. Ustedes deben buscar y encontrar y traer de vuelta una piedra preciosa…»

Los viajeros se fueron disfrazados a una tierra extraña, cuyos habitantes, casi todos, llevaban una existencia oscura. Tal fue el efecto de este lugar que los dos perdieron contacto entre sí, deambulando como si estuvieran dormidos. De vez en cuando veían fantasmas, similitudes de su país y la joya preciosa, pero tal era su condición que estas cosas sólo aumentaban la profundidad de sus sueños, que entonces comenzaron a tomar como una realidad.

Cuando la noticia de la difícil situación de sus hijos llegó hasta el rey, mandó un criado de confianza, un hombre sabio: «Acuérdense de su misión: despierten de su sueño, y permanezcan juntos.» Con este mensaje, ellos despertaron, y con la ayuda de su guía se atrevieron a enfrentar los peligros monstruosos que rodeaban la joya, y con la ayuda de la mágica joya regresaron a su reino de la luz, para permanecer en una creciente felicidad para siempre”.

Nuestra falta de conocimiento y aceptación de quienes somos realmente es a menudo descrita en los escritos de los primeros cristianos como la condición de estar dormido o borracho. Nuestra preocupación con la superficie de nuestro ser, nuestro ego, nos esconde no sólo la verdadera realidad de nosotros mismos, sino también la de la realidad última detrás de nuestra realidad material ordinaria limitada.

El mismo sentimiento se expresa en el `Evangelio de Tomás’, un Evangelio inicial importante con una colección de dichos de Jesús en circulación por vía oral en aquel momento: Jesús dijo: “Tomé mi posición en medio del mundo, y en la carne Yo aparecí ante ellos. Los encontré a todos borrachos, y no he encontrado ninguno de ellos sediento. Mi alma se dolía de los hijos de la humanidad, porque son ciegos en sus corazones y no ven, pues vienen al mundo vacíos, y también buscan abandonar el mundo, vacíos. Pero ahora están ebrios. Cuando se sacudan el vino, entonces se arrepentirán» (Logion 28).

 

Escrito por: Kim Nataraja

Traducción: Marina Müller, Escuela de Meditación WCCM Argentina.

Enseñanzas Semanales – 3er.- ciclo

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